Deportivo y Alavés midieron sus miedos en Riazor. La clasificación ya había puesto a ambos contra las cuerdas, y si no que se lo digan a Zubeldía, fulminado esta semana del banquillo alavesista. Con esos ingredientes, en Coruña se vio lo esperado: un partido trabado, con más físico que fútbol y que acabó decidiendo el gol de un lateral.
Los primeros 20 minutos resultaron totalmente infumables. Mucho juego subterráneo y nula capacidad ofensiva en ambos lados. Había miedo y eso que la Liga está recién alumbrada. Valverde le puso algo de tino al suplicio con un gran remate con la derecha que se marchó por encima del larguero.
Fue Andone el que perdonó en el 33 con un disparo telegrafiado que adivinó bien Pacheco, justo antes de los mejores momentos del Alavés. Munir obligó a lucirse al techo del campeonato, Pantilimon, y en el córner posterior Ely cabeceaba contra el palo.
Luisinho como solución
Esas dos ocasiones acabaron siendo como la mejoría del enfermo que está cerca de fallecer. Andone se inventó un desmarque con el tiempo casi cumplido, vio que la única opción era la llegada de Luisinho y se la puso de cara. Le pegó con todo el lateral del Dépor y el balón besó la red, aunque un guardameta de la solvencia de Pacheco podría haber hecho algo más.
Pero es que este Alavés es un equipo perdido, sombra de aquel que enorgulleció a su gente el pasado año con un año histórico. La segunda mitad dio constancia de las miserias vitorianas, que se van agrandando a medida que va pasando el calendario.
Schär, Valverde o Andone tuvieron opciones para que Riazor viviera un tranquilo tramo final, pero tampoco está el Deportivo para tirar de cohetes. Al menos Mel se sacó la soga del cuello con estos tres puntos, que hacen cuatro en la tabla para los coruñeses. El Alavés sigue en 'shock' y no sabe todavía ni lo que es marcar.