La historia del Real Madrid tiene sus víctimas y este Liverpool de Klopp ya tiene un hueco entre ellas. En un partido marcado por las desgracias y por los invitados inesperados, el conjunto blanco acabó imponiendo su historia ante un equipo que había mostrado tintes 'atilescos' durante toda la Champions, pero que acabó hincando la rodilla ante el titán de esta competición.
El guión apuntaba a Salah y a Cristiano. El primero se marchó lesionado a la media hora y el segundo no tuvo el protagonismo que esperaba, al menos durante los 90 minutos. El Liverpool apretó desde el inicio, como se esperaba y como venía siendo costumbre en todos los partidos de esta edición.
Un equipo que aprieta y muerde, que tiene en su pegada su sello propio. Salah, Mané y Firmino atosigaron a la defensa de un Real Madrid que no supo sacar el balón con la fluidez que acostumbra cuando junta a Isco, Modric y Kroos en el campo.
La primera parte dejó el sinsabor de las lesiones y de la falta de goles en un partido del que se esperaba mucho en ese aspecto. Las lesiones cambiaron por completo la película que Klopp se había montado en la cabeza. Y en ese nuevo escenario, Zidane contaba con muchos más recursos que el técnico alemán.
De Bale a Lallana: no había color en los banquillos
El claro ejemplo fue que de un lado entró Lallana y de otro entró Bale. El primero no tuvo apenas repercusión en el partido y el segundo acabó decidiendo con un doblete, el primero de ellos tras una chilena antológica.
Y de fondo, Karius. El guardameta acaparó todos los focos de un desastre que se fue consumando entre sus manos. Primero con un irresponsable saque de puerta que aprovechó Benzema para marcar el 1-0. Logró reponerse el equipo de Klopp cuando más complicado lo tenía gracias a Mané, el mejor del equipo 'red'.
El 1-1 convirtió el partido en una feria, contexto en el que ambos equipos se han movido como peces en el agua durante todo el año. Y allí apareció Bale. Y cuando volvió a apretar el Liverpool, con un disparo de Mané que repelió el palo, Karius terminó de poner el último clavo del ataud de la final tras no atrapar un disparo blandito de Bale que se le escapó entre las manos.
El peor día de Karius
Sus lágrimas fueron las de todo un Liverpool que acabó impotente, entregado a cómo la historia y el destino sigue implacable en favor de un Real Madrid enamorado de esta competición con la que siempre ha coqueteado el Liverpool, pero que esta vez pagó la bisoñez ante un gigante de Europa que ya tiene 13 títulos en sus vitrinas.
A Milner se le agotó la bombona de oxígeno, Wijnaldum persiguió más que nunca y Henderson apenas apareció. La defensa acabó condenada por la inseguridad de su portero y el ataque implosionó tras la dramática lesión de Salah. El fútbol es un deporte de errores y en una final con dos equipos que han demostrado saber aprovecharlos, perdió el que más cometió. Y ese fue el Liverpool, que cayó en la orilla de una Champions brillante. El zapatito de cristal de esta competición no le entró a la cenicienta del torneo, porque visto lo de estos últimos años, parece hecho a medida para el Real Madrid.