Las rachas de los delanteros son muchas veces difíciles de explicar. Un año marcan goles hasta sin querer y al siguiente no logran ver puerta ni con el más preciso de los disparos.
Por eso, nadie se explicaba cómo Sandro había pasado de ser uno de los mejores delanteros de la Liga en la temporada 2016-17 a un punta incapaz de ver puerta durante casi dos años.
El futbolista de Las Palmas se fue al Everton -club que aún posee sus derechos- en plan estrella tras su espectacular campaña en el Málaga, llegó a jugar con Rooney... y apenas duró unos meses en la Premier League.
Con los 'toffees' tuvo oportunidades y muy poca suerte. El gafe ya había empezado. Pasó esa misma temporada, la 2017-18, por el Sevilla, pero no logró ver portería con los hispalenses a pesar de que sí dio dos asistencias.
Antes, con el Everton, también había dado un pase de gol y había conseguido su último tanto hasta este 3 de noviembre, el 23 del mismo mes del año 2017, en una derrota por 1-5 ante el Atalanta en la Europa League. Vamos, que le han faltado 20 días para cumplir dos años sin marcar.
La pasada campaña, disputada prácticamente de manera íntegra en la Real Sociedad, solo sirvió para prolongar la agonía. 26 partidos más, con once titularidades, y cero goles que llevarse a la boca.
Por eso, pocos daban un duro por su éxito en Zorrilla. Volvió a llegar cedido desde el Everton y en el primer partido ya forzó la roja a Joel, decisiva para que el Valladolid ganara al Betis en el Villamarín.
Pero los tantos no llegaban. E incluso Sandro aumentó la angustia con un penalti fallado ante el Atlético. También en este partido ante el Mallorca, en el que entró en la segunda parte, dispuso de alguna oportunidad más para acabar con el gafe.
Fue, sin embargo, en un final de película, cuando Sandro, que sí había hecho tantos en partido no oficial en estos dos años, puso fin a su mala racha. Agarró el balón desde lejos y lo golpeó con violencia. Ese golpeo llevó toda la rabia contenida durante dos años y Fabricio no pudo hacer nada para evitar el tanto. Un gol desde el que, seguro, Sandro volverá a ser otro delantero. El de antes, el que nunca se fue pero ha estado reprimido.