Los grandes clubes tienen estas cosas. Nunca hay que darlos por muertos, porque en cualquier momento, cuando menos te lo esperas, la fortuna les sonríe. El Genoa lo acaba de descubrir, si es que no lo sabía ya de antemano.
Ha firmado la Juventus un partido malo. Pero malo de solemnidad. Espeso en ataque y errático en defensa, solo Dybala, a quien cosieron a patadas en los primeros compases (amarilla a Cassata incluída), aportó algo en la parcela ofensiva, pero el argentino rindió hasta que se le acabó el combustible.
Esperaba la Juve que Cristiano, tras descansar ante el Lecce, estuviera al 100%, pero el astro luso cumplió su palabra a 'L'Équipe', y solo jugó cuando el partido le motivó. Porque él vive por y para las grandes gestas. Los trámites no son lo suyo.
Cristiano solo apareció cuando la Juventus de verdad le necesitó. Cuando, pasada la hora de juego, tras jugar diez minutos contra diez y no ser capaces de batir a Radu, a la Juve le entraron las prisas.
Hasta entonces, poco o nada de un Cristiano que hoy volvió a erigirse en el salvador de su club. Tarde y casi de milagro, pero salvador a fin de cuentas.
El Genoa se plantó en el Juventus Stadium revitalizado por el triunfo logrado hace unos días ante el Brescia. Thiago Motta le ha cambiado la cara a un equipo deprimido, que ahora juega valiente y hasta alegre.
El esférico fue de la Juventus desde el primer minuto, pero el Genoa jugó con atrevimiento cada vez que tuvo la posesión de la pelota, con juego directo. Pero sus ocasiones de peligro fueron muy pocas.
La primera llegó a los doce minutos de juego, doce minutos de dominio juventino, dicho sea de paso. Piamonti logró encarar a Buffon tras ganarle la partida a su par, pero su disparo lo atrapó el curtido arquero italiano.
Hubo que esperar otros doce minutos para que, en una jugada a balón parado, el Genoa volviera a inquietar a 'Gigi'. Entre la citada ocasión de Pinamonti y la de Zapata, un sinfín de intentos de la Juve, todos estériles hasta que en el 36', en un córner, Bonucci dio con la clave.
Hasta ese momento, hasta el 36', el Genoa había defendido de diez, sin dejar tirar cómodo a sus rivales, sin dejar que los centros encontrasen rematador. Pero entonces, en un córner, la zaga dejó vendido a Radu, Bonucci se adelantó al cancerbero rumano y marcó el 1-0.
Llovía en Turín, pero en el rostro de los aficionados juventinos lucía la sonrisa del que ve brillar el sol tras una semana de nubarrones. Se había abierto la lata y el partido sería ya un paseo para los suyos.
Pero no, nada más lejos de la realidad. El Genoa respondió al gol con valentía, y en el 40' tuvo la pizca necesaria de suerte para marcar un gol que enmudeció el estadio. Porque el tanto de Kouamé, desde la frontal, hubo que verlo repetido un par de veces para entender cómo había podido entrar.
El delantero del Genoa recibió en el área, se giró, y remató tan mal, pero tan condenadamente mal, que engañó a todos. No es que pegase en Bonucci y el tiro se saliese mordido, es que le pegó tan mal que el balón pegó en su pie de apoyo.
Pasó de ser un tiro cruzado a un disparo bombeado al palo contrario. Buffon, cuyos reflejos ya no son los que era, solo pudo ver como el balón entraba manso en sus redes.
Empate por sorpresa, y primeros murmullos en la grada. Porque el Genoa, sin hacer nada, había marcado en la que casi había sido su única ocasión de peligro de todo el primer tiempo.
El segundo fue, más si cabe, un monólogo de la Juve, aunque la primera ocasión fuera del Genoa. Sin embargo, en el 51', una faltita de Cassata sobre Dybala le costó la segunda amarilla al mediocentro del club genovés, dejando a los suyos con 10.
Y sin contra once la Juve dominaba, contra diez fue un rodillo. Un rodillo que se estrelló una y otra vez contra la zaga rival, y cuando lograba superarla, aparecía un Radu convertido en el soporte del equipo.
Aún así, con 10 jugadores, el Genoa logró inquietar a Buffon, lo que llevó decididamente a la grada a emitir sus primeros abucheos. Era inconcebible que el gran tirano del fútbol italiano estuviera sesteando ante un rival en inferioridad numérica.
Los minutos pasaron. Sarri hizo cambios, y la Juve mejoró, grabando su dominio a fuego en el lomo del rival. Entraron Ramsey y Rabiot primero, y luego Douglas Costa para terminar de revolucionar el partido.
Pero el Genoa estaba bien cerrado, sin conceder ni una. Los nervios empezaron a aflorar, y el que lo pagó fue Rabiot, quien pese a haber entrado en el 61', vio dos amarillas, dejando a la Juve con diez a partir del 87'.
Y entonces, en un interminable alargue de, a priori, cuatro minutos, el partido permutó en una auténtica locura futbolística. Diez contra diez, con el Genoa encerrado en su área y la Juve asediando. Era el escenario ideal para que ocurriese.
Cristiano, quien había salido de su letargo minutos atrás, hizo su trabajo. Marcó el gol de la victoria. Dos veces. La primera el VAR se lo anuló, y la segunda, el VAR se lo concedió.
Era el minuto 92', cuando un fallo de Sanabria, quien había entrado en el 81', dejó solo a Cuadrado. Su centro-chut lo remató Cristiano en el segundo palo, pero en fuera de juego. Tras consultarlo, el colegiado lo anuló.
Pero Sanabria estaba decidido a ser protagonista, pero por los motivos equivocados. En el alargue del alargue, Cristiano le encaró, el ex del Betis metió lo justo el pie y el futbolista luso se dejó caer. ¿Penalti? Hubo contacto. ¿Suficiente para el derribo? Parece poco probable, pero el VAR no valora esos supuestos.
Hubo contacto y, por tanto, hubo penalti. Lo forzó Cristiano y lo tiró Cristiano. Y aunque Radu le adivinó las intenciones, no hay quien tire los penaltis como él: duro, raso, ajustado al poste, imparable para el portero rumano.
Aún hubo tiempo para más (estábamos en el 97' de los cuatro teóricos de añadido), porque el Genoa sacó de centro y se fue al área rival, donde Gümüs se fue al suelo reclamando un manotazo en la cara de Cuadrado.
Pero en esta ocasión, el atacante metido a defensor no cometió infracción alguna, de acuerdo al VAR, y el Genoa sufrió lo que es ahogarse en la orilla tras aguantar el asedio de un coloso como la Juve.