Todo pintaba alegre para ellos. El Villamarín, más austero en cuanto a afición de lo que acostumbra a causa de la feria y el Puente de Mayo, preparaba una fiesta. Su equipo, frente al beticismo, debía regalar una de las últimas victorias de la temporada, pero no fue capaz.
Y no fue por que todo no se pusiera de cara desde primera hora. Rubén Pardo desató la locura con un gran gol desde fuera del área que, con un poco de fortuna por salir el balón rechazado en un defensor del 'Glorioso', acabó dentro de las mallas.
Dominaba y movía el balón a place el cuadro verdiblanco, que se quedó a centímetros de cantar el segundo tras un palo de Rubén Castro antes del descanso. Pero el fútbol es así: o pisas, o te pisan.
Tromba albiazul
Buenas sensaciones antes del paso por vestuarios e infierno después. Los menos habituales del equipo de Pellegrino opositaron para la final de Copa y dieron un recital de 12 minutos que protagonizó Vigaray.
El lateral puso una asistencia en bandeja a Rubén Sobrino y otra, a Santos. Todo esto, aderezado por un disparo de Krsticic aprovechando una mala colocación de Adán, dio como resultado un 1-3 que comenzó a impacientar al público sevillano.
Se escuchaban pitos y los aficionados béticos comenzaron a abandonar el estadio desde el minuto 70. Y fue una decisión acertada, pues su equipo trató de buscar el gol con mucha imprecisión y lo único que acabó llevándose fue el cuarto del equipo de Pellegrino, obra de Katai a la contra.