La afición del Arsenal convive este viernes con un sinfín de sensaciones encontradas. Wenger pondrá pies en polvorosa a final de año, poniendo fin a 22 años en un club que ha crecido exponencialmente, en gran parte, gracias a su labor. Con el francés llegaron títulos, jugadores que moldeó hasta convertirlos en estrellas o un estadio nuevo, aunque siempre le quedará el lunar de un título europeo.
Algo que puede cambiar en su última temporada, ya que el Arsenal aún sigue vivo en la Europa League. Su rival en semifinales será el Atlético, una ronda que será más observada con lupa si cabe. Cada partido que le reste al Arsenal de Wenger servirá como despedida.
Hasta aquí llegó Wenger, un innovador que quizá debería haber pegado el portazo años atrás. Queda el recuerdo más próximo de las decepciones, muchas en los últimos años, pero eso no debe borrar la tremenda incidencia que el alsaciano ha tenido no sólo en el Arsenal, también en la Premier y en el fútbol mundial.
El poso que queda es el de un entrenador que lo fue todo, pero que se marchará del Arsenal -si no lo evita en la presente Europa League- sin un trofeo continental, aunque en dos ocasiones estuvo muy cerca de lograrlo. Por ejemplo, en aquella final de la extinta UEFA de la 1999-00 que finalmente se llevó el Galatasaray en penaltis.
Aunque el golpe más duro llegó con la Champions de la 2005-06. Una generación fantástica de futbolistas llevó al Arsenal hasta la final, en la que esperaba el Barcelona de Ronaldinho. Un partido extraño, coronado por un gol inolvidable de Belletti en el minuto 81 que aún hoy se cuela en las pesadillas 'gunners'.
Antes del gol de brasileño, aún en la primera parte, el Arsenal consiguió adelantarse gracias a un testarazo de Sol Campbell. Ahí ya estaba con 10 la tropa de Wenger por la expulsión de Lehmann. Eto'o empató, Belletti sentenció y al Arsenal sólo le quedó un varapalo que sigue doliendo aunque pasen los años.