Punto es punto. El Granada se ha tenido que confirmar con el empate sin goles en la visita del PAOK, en un partido en el que los 'nazaríes' han estado lejos de mostrar su mejor versión, ante un rival incómodo y molesto.
Jugar la Europa League ya es un premio en sí mismo, pero el triunfo en Eindhoven dio alas a los sueños de los granadinistas, pero el partido contra el PAOK devolvió a la realidad, la dura realidad, a muchos.
Porque para estar en dieciseisavos es fundamental no fallar. Y porque la experiencia dice que para un neófito en esto de compaginar tres competiciones, centrarse en una que no sea la Liga puede ser un problema a largo plazo.
El Granada está decidido a intentar hacer la mejor papeleta posible en la Europa League, pero sin descuidar el campeonato doméstico. Por eso rota. Por eso juega conservador. Porque no todos los días te puedes encomendar a una remontada.
Ante el PAOK el Granada salió decidido a dominar el encuentro, pero pronto se dio cuenta de que enfrente tenía a un rival encantado con ese planteamiento. ¿Quieres tener el balón? Perfecto, yo jugaré a la contra. Te presionaré, te desquiciaré y te machacaré.
Por suerte para el Granada, lo último no ocurrió, y no fue por falta de ocasiones. Sí por falta de puntería, y sí por falta de suerte (o exceso del Granada, claro está). Porque el PAOK, desde bien pronto, empezó a intimidar a su rival.
Primero, a balón parado, donde las fuerzas se igualan siempre. Y luego, a la contra. Así llegaron, una tras otra, las primeras ocasiones de peligro del PAOK, el casi remate de Schwab, el remate desviado de Varela, el tiro al palo de, de nuevo, Schwab...
Se notaba al Granada algo atenazado, quizá no tanto por la presión o intimidación del rival, como por el propio peso de haber empezado a encadenar sin descanso partido tras partido. Y claro, el siempre presente miedo a perder ante un rival que, sin necesidad de considerarlo inferior a ti, sí sientes que no es para nada superior.
El PAOK hizo su juego, eso que se denomina 'antifútbol'. Fue minando poco a poco la moral de los de Diego Martínez, una falta por aquí, una sobreactuación por allá... El árbitro, permisivo, toleró todo eso y no cayó en las trampas de los griegos, pero el Granada fue perdiendo poco a poco la paciencia.
Como resultado, la balanza se fue inclinando a favor de los visitantes, de modo lento pero constante. El descanso llegó antes de que el PAOK pudiera hacer daño al Granada, y tras el intermedio los locales saltaron al terreno de juego con energías renovadas.
Los primeros minutos del segundo tiempo fueron un calco del primero, con el Granada teniendo la posesión y buscando el hueco, y el PAOK, esperando. La diferencia es que parecía mover el balón el equipo 'nazarí' con más ímpetu, con más brío.
De nada sirvió, en parte porque Diego Martínez erró con su planteamiento a la hora de hacer los cambios. Consideró que era buena idea prescindir de un Yangel Herrera amonestado para juntar en punta a Jorge Molina y Luis Suárez.
La apuesta, sobre el papel, no tenía fisuras. Sobre el césped, alguna que otra. El Granada perdió el centro del campo y el PAOK salió de la trinchera al toque de corneta. ¡A la carga!
Fueron los peores minutos del Granada, sin llegar a achicar balones, pero con la sensación de haber perdido por completo el dominio del partido. No tardó Diego Martínez en deshacer lo cambiado con una doble sustitución, pero el daño ya estaba hecho.
El Granada había perdido la iniciativa, y le salvó de caer el que el PAOK no estuvo nada fino en los metros finales. En la recta final Diego Martínez echó el candado, haciendo bueno el dicho.
Y así fue. Empate sin goles y reparto de puntos. Suma cuatro el Granada, que sigue líder gracias a la victoria del PSV en Nicosia, y dos el PAOK, que se ha visto rebasado por los neerlandeses, su próximo rival.
Esto termina como empezó: punto es punto.