En uno de los movimientos más importantes del mercado de verano, el Barcelona se dejó 120 millones de euros tras una larga negociación con un Atlético de Madrid al que no le llegaron a gustar nada las formas.
Al final, el club rojiblanco se llevó al portugués Joao Félix con la ayuda del dinero que dejó en las arcas el club azulgrana por un jugador que tiene la capacidad para ser determinante, pero también la de apagarse muy fácilmente.
En el Atlético de Madrid no fueron ni uno ni dos los momentos en los que Griezmann se bloqueó y no pudo echarse el equipo a la espalda. De hecho, con Simeone pasó las dos peores rachas de cara a portería de su carrera en España.
Griezmann aterrizó en el Barcelona con humildad y dejando claro que aportaría kilos de alegría y otros tantos de resolución, aunque parece que lo segundo le está costando más en un inicio sin Leo Messi y sin Luis Suárez, los dos que hacen las cosas más fáciles.
El delantero francés no puede permitirse partidos como el de este pasado sábado ante Osasuna porque llegó al Barça para ese tipo de citas. No logró responder y, además, firmó el peor encuentro desde que dejó Francia para pisar terreno español.
Para Griezmann fue el duelo con menos intervenciones de todos los que ha jugado en LaLiga y atrás quedó la imagen que ofreció frente al Betis, equipo ante el que incluso tiró serpentinas para celebrar su primer tanto como azulgrana y un doblete que invitó a soñar.
Ante Osasuna se vio a un Griezmann que pasó desapercibido y que ni tan siquiera logró tirar a puerta cuando se supone que Carles Pérez, Rafinha, De Jong o Busquets tenían que buscarle a él para encontrar el camino hacia un gol que tuvo que ponerlo un niño de 16 años.
En tres jornadas, Griezmann ha dejado más dudas que destellos y el Barcelona no puede conformarse con tener un intermitente en el ataque porque los dos puntos que volaron de El Sadar son luego los que deciden una Liga.