Berlín es blanca y azul. El derbi de la capital alemana se lo ha llevado de forma clara, contundente e inapelable el Hertha. El Union aguantó 45 minutos, y vio castigado su atrevimiento en los primeros minutos del segundo tiempo con una soberana paliza.
Había bastante expectación al respecto de este derbi berlinés. La capital alemana nunca ha tenido un derbi a la altura, a diferencia de la práctica totalidad de capitales europeas, y la irrupción en la élite del Union Berlin hizo creer que esto era posible.
El partido de la primera vuelta, un polémico 1-0 de penalti a favor de 'die Roten', alimentó el morbo por este duelo, el primero de la segunda jornada posparón. ¿Volvería a saltar la sorpresa?
La impredicibilidad de los partidos a puerta cerrada dice que todo era posible, pero la realidad nos mostró un primer tiempo muy igualado, con dos equipos con planteamientos enfrentados.
El Hertha, por su parte, dominaba el juego, moviendo bien la pelota y buscando el hueco en la férrea defensa de cinco que el Union plantó en el Olympiastadion. El Hertha corría cuando veía la ocasión, y tocaba cuando no.
Como resultado, el primer tiempo fue lento, solo animado por las ocasiones de gol, contadas, del Hertha. Tuvo dos clarísimas, pero en ambas Lukebakio y Cunha se toparon con Gikiewicz, quien evitó con sus paradas que la paliza fuera aún mayor.
El primer tiempo terminó, sin embargo, con una clara ocasión para el Union, que se limitó a jugar sus cartas a balón parado, su mejor fuente de goles. Andrich, casi desde la esquina del área, buscó la escuadra de Jarstein, pero su bello tiro no vio puerta por muy poco.
Ahora bien, tras el descanso la cosa cambió. Gikiewicz hizo otra buena parada nada más empezar la segunda parte, en una jugada anulada, y el Union despertó. Pero solo lo hizo para cavar su propia tumba.
Se acercó por dos veces, con dos saques de esquina, a la meta del Hertha, lo que hizo que los de Labbadia reaccionasen y demostrasen su mayor pegada y, sobre todo, su acierto de cara a gol.
En el 51', Plattenhardt se coló por la banda izquierda y puso un centro tenso a la cabeza de Ibisevic, y el ariete del Hertha no perdonó. Y en la siguiente jugada, nada más sacar el Union de centro, robo, pase de Ibisevic a la espalda de la defensa para la carrera de Lukebakio, y en esta ocasión el delantero belga superó a Gikiewicz y anotó el segundo.
En dos minutos el Hertha había matado el partido. El Union se encontró sin capacidad de responder a lo que le acababa de suceder. Inauguró el carrusel de cambios, pero no reaccionó.
Peor aún. En el 61, Matheus Cunha, siempre activo, se coló en el área rival, asistió para Lukebakio y recogió el rechace tras el intento de chilena de este para hacer el tercero. Y ahí se terminó definitivamente el encuentro.
Más cambios, menos fútbol. El Union parecía como si aceptase la derrota, y estuviera priorizando el dosificar fuerzas a intentar maquillar el resultado. El Hertha, casi sin quererlo, seguía generando peligro.
En el 77' logró forzar un córner, y Boyata se adelantó a la pasiva defensa visitante para hacer el cuarto. Si alguien tenía dudas sobre si el partido estaba terminado, estas fueron resueltas con este testarazo.
Al final, cuatro goles que hacen justicia al mejor partido, en general, de un Hertha que lo intentó más y mejor que su rival. Un Hertha que realizó 15 disparos, siete a puerta, por los siete y todos fuera de su rival. Un Hertha que demostró al Union que lo de la primera vuelta fue circunstancial, y que en el fútbol la pasión no siempre da puntos. Los millones suelen ser más efectivos.