Eduardo Camavinga es demasiado joven y, aun así, ya tiene muchísimo más que contar que cualquier amigo de su edad. Solo ciñéndonos a lo deportivo da bastante de sí la historia: líder del centro del campo de un modesto metido en la Champions y codiciado por el Real Madrid. Pero humanamente hay más.
En una historia que rescató 'Ouest France', el primer medio en entablar una entrevista amplia con el chico, encontramos un drama de la infancia que encierra una profecía que ya se está cumpliendo. Nos situamos en 2013, cuando un incendio asoló la modesta casa que tenía la familia Camavinga y que ellos mismos habían levantado en la ciudad gala de Fougeres.
Lo perdieron todo, incluso documentos familiares importantes que hoy en día están impidiendo al jugador tramitar su nacionalidad francesa. Justo ocurrió cuando, tras un torneo de verano al que fue invitado, el joven centrocampista estaba a punto de firmar por el Rennes.
"Llevábamos menos de un año en esa casa que mis padres se habían construido con su esfuerzo. Y me acuerdo como si fuese ayer el incendio. Estaba en el colegio y por la ventana veía a los bomberos pasar. Al final de clase los profesores se acercaron a mí a mi hermana pequeña y nos lo contaron. Nos vino a buscar mi padre y nos llevó hasta allí, estaba todo destruido, todo quemado", rememoró el jugador.
También se le quedó grabada una frase que le dijo su progenitor al intentar consolarle en plena desgracia. "No te preocupes, vas a ser un gran futbolista y levantarás esta casa", le aseguró. Camavinga no lo olvida: "Sacar adelante la familia no es solo una cosa material. Mis padres ya están contentos, pero es verdad que puedo hacerles más felices aún. Es verdad que me dijo eso. Al principio me hizo gracia, tenía diez años... Pero con el tiempo, y de tanto recordarme aquello mi madre, comprendió que iba en serio, que pensaban que podía llegar lejos".