El Estadio Mmabatho se levantó en 1981. Es tan rematadamente raro que ni su autoría está clara. Era una época oscura de Sudáfrica, y mientras algunos señalan a ingenieros soviéticos como los perpetradores de tamaño espanto, otros aseguran que fueron israelíes.
Lo más probable es que sea el segundo caso. Las relaciones entre Sudáfrica y la Unión Soviética durante la Guerra Fría fueron... gélidas. Permítanme el chiste. Digamos que tuvieron interese enfrentados, tanto en Angola como en Mozambique.
Además, la ciudad en la que se encuentra el Mmabatho, Mafikeng, en aquellos tiempos formó parte de una especie de reserva para los ciudadanos de color de Sudáfrica. Lo llamaban 'zonas de desarrollo separado', un eufemismo como la copa de un pino.
Ese 'bantustán', que es como se llamaba en Sudáfrica a esas regiones, tenía como capital a Bofutatsuana, que tras el fin del 'Apartheid' se fusionó con la vecina Mafikeng y se quedó con el nombre de ésta última.
Bofutatsuana era conocida como 'Pequeño Israel', porque fueron éstos los principales responsables del desarrollo urbano de aquella región.
Pero basta ya de hablar de arquitectura y responsables. Veamos un poco cómo es posible que este estadio de casi 60.000 espectadores con menos de 30 años de vida (en su momento) no fuese una de las sedes del Mundial de Sudáfrica.
Visto desde el cielo ya es extraño, pero a ras de suelo su apariencia es aún más insólita. No hay un anillo de gradas como tal. Los graderíos son como planchas superpuestas de una forma aparentemente anárquica.
Si eso no es suficiente para arquear la ceja de los más puristas, el detalle de la pista de atletismo, un 'extra' detestado por todo hincha de los estadios, lo termina de sentenciar.
Todas esas gradas son fijas. No son suplementarias, aunque parezcan 'de quita y pon'. Están orientadas, casi todas, hacia el centro del campo, pero al no hacer curva, tiene que ser algo incómodo presenciar encuentros si te toca muy arriba. O muy abajo. O en esas gradas. No quiero saberlo. Ansío saberlo.
Ese 'casi todas' tiene una razón de ser: los fondos. Atención:
¿Hacia dónde diablos están orientadas esas gradas? ¿Hacia el córner? ¡Bravo! ¿Y qué me decís de los accesos? Hace falta un mapa, un plano del metro para llegar a tu butaca.
El problema es que todo parece indicar que actualmente está abandonado. O, al menos, no se practica fútbol en él. De cuando en cuando alberga espectáculos y conciertos, eso sí.
Es una construcción que no encaja en absoluto en la zona. La región no necesita un estadio de 60.000 espectadores y, claro, estas cosas pasan.
Lo llaman 'el Elefante Blanco' por algo: cuesta mucho y no da nada a cambio. Una construcción majestuosa e innecesaria que languidece poco a poco hasta que se caiga por su propio peso. Disfrutemos de él, aunque sea en fotos, mientras podamos. ¡Nos encanta!