Un 9 de julio de 1994, Italia y España se veían las caras en Boston por un puesto en las semifinales del Mundial de Estados Unidos. Los italianos jugaban casi en casa. Ya habían disputado allí el choque de octavos de final ante Nigeria, cuatro días antes, y España se sentía extraña en la ciudad y casi hasta relajada en exceso después de siete días sin calzarse las botas.
Los españoles llegaban como ligeros favoritos a la cita. Habían arrasado a Suiza en los octavos de final, mientras Italia las había pasado canutas ante los africanos, necesitando la mejor versión de Roberto Baggio para clasificarse.
Eran otros tiempos, en los que España aún suspiraba por hacer algo grande en Eurocopas o Mundiales. Alejados de lo que 'la Roja' ha sido después. Por eso aquel partido, disputado en el ya inexistente Foxboro Stadium, se esperaba con ganas en el país español.
El partido tuvo alternativas en la primera mitad, hasta que Dino Baggio, con un fantástico chut desde fuera del área, superó a Zubizarreta y puso el 1-0. No sucedió mucho más hasta el descanso y la segunda parte comenzó con Clemente retirando defensas y metiendo hombres más ofensivos.
Uno de ellos, Julio Salinas, sería decisivo en el devenir del encuentro. El punta, denostado por el aficionado español pese a haber sido el héroe de la Fase de Clasificación, fallaría la ocasión que pudo cambiar el desarrollo del choque, poco después del 1-1, firmado por un José Luis Pérez Caminero en estado de gracia.
Entre ocasión y ocasión española, con el mencionado mano a mano de Julio Salinas ante Pagliuca como punto de inflexión, el partido se consumió, con Italia acusando la prórroga ante Nigeria y viéndose casi eliminada por un tremendo bajón físico.
A tres minutos del final, un contragolpe de libro de la Selección de Arrigo Sacchi desbarató los planes de Clemente. El balón le llegó a Roberto Baggio y, allí donde Julio Salinas dudó, el Balón de Oro italiano no lo hizo. Recortó a Zubizarreta y pareció sentenciar a España con el 2-1.
Quedaba un suspiro, pero acabó siendo una eternidad. Ya en el tiempo añadido, Tassotti impidió un remate franco de Luis Enrique con un codazo dentro del área con el que acabó rompiéndole la nariz.
Sin VAR ni nada que se le pareciese, Sandor Puhl, árbitro del partido, no vio la acción y tampoco quiso reconsiderar su decisión ante la evidente sangre que brotaba de la nariz del asturiano y la actitud de un Tassotti, defensor del Milan, que no sabía dónde meterse.
Fue el último partido disputado en aquel Mundial en Boston, pero no la última gran decepción por un arbitraje para la Selección Española, que aún tendría que vivir una situación similar en Corea del Sur sólo ocho años después.
Desde entonces, tanto Italia como España han ganado un Mundial aunque, mientras 'la Roja' ha tomado el papel de superpotencia que Italia ha tenido en toda su historia en Europa, la 'Azzurra' ha ido a mucho menos, no siendo capaz ni tan siquiera de alcanzar el último Mundial.