Tocó el cielo con las manos. Era campeón del mundo. A sus 32 años ya podía decir que lo había ganado todo. O casi todo. Y, de repente, su castillo de naipes comenzó a desmoronarse.
Es cierto. No jugó ni un minuto. Pero estuvo entre los convocados por Deschamps para asaltar el Mundial de Rusia 2018. Era un fijo en el Olympique de Marsella, y su veteranía podía aportar mucho a la expedición gala a tierras orientales.
A partir de ahí todo se torció. Su relación con la modelo Pamela Anderson, la cual comenzó en 2017, empezó a eclipsar su carrera. Se hablaba más de sus líos extradeportivos que de su juego.
Eso sin duda le pasó factura. Pasó de titular indiscutible en el equipo marsellés a apenas jugar 21 partidos en toda la temporada. Y en 2019 todo saltó por los aires.
Se separó de su pareja, el Olympique le despidió y acabó recalando en el Fenerbahçe turco. Allá pasó apenas medio año. Antes de la crisis del coronavirus rescindió con el equipo turco y, cuando parecía que se marcharía a Rusia a jugar en el Sochi, el virus detuvo el fútbol.
El Sochi, además, también le despidió. Su fama de indisciplinado y vividor empieza a pasarle factura. Se quedó sin equipo hasta hace bien poco, cuando en las últimas horas del mercado estival se anunció su incorporación como agente libre por parte del Boavista.
Debutó de la peor forma posible, en el 0-5 que le endosó el Oporto a su nuevo equipo. En Portugal Adil Rami busca aislarse del mundanal ruido, y de los rumores sobre su turbulenta relación con Pamela Anderson que aún hoy siguen atormentándole.