Ha costado, pero el Liverpool puso fin al reinado español en el fútbol europeo y lo hizo precisamente en la capital hispana, en una suerte de final poético a una tiranía que se ha alargado en la Champions League desde el año 2014.
Lejos del fútbol brillante que los 'reds' han popularizado desde la llegada de Klopp al fútbol inglés, el Liverpool se impuso con las armas del otro fútbol y con el tremendo nivel coral de una plantilla que supo morirse por su líder, un Jürgen Klopp que por fin saborea el éxito que tantas veces le ha esquivado.
El alemán logró acabar con su maleficio justamente en su encuentro de menos brillo. Un choque que fue subterráneo, estuvo lleno de miedos y desvelos y sólo se desbloqueó cuando el Tottenham comprobó que el tiempo se le acababa.
Si la final de 2018 quedó marcada por los infortunios, el Liverpool pronto vio que un año después tenía a la diosa Fortuna de su parte. Mané picó a la espalda de la defensa y recibió un balón inocente, que se convirtió en letal por la torpeza de Sissoko. El centrocampista, perdido en el fútbol de toque 'spur', encarriló la final con una mano tan flagrante como evitable.
Faltaba el lanzamiento, pero Salah se encargó de confirmar que los fantasmas de Kiev estaban alejados por completo al engañar a Lloris con tanta potencia como elegancia.
Se acaba el fútbol
El 0-1 cercenó el fútbol del primer tiempo. Acentuó los miedos del Tottenham y propició un juego rácano de ambos. No ayudó a los de Pochettino el flojo rendimiento de un Eriksen que no despertó hasta el final, cuando ya era demasiado tarde. Tampoco el escaso protagonismo de un Kane totalmente fuera de forma, que estuvo a años luz del futbolista temible que es.
En medio de un fútbol gris, la final premió el trabajo de los currantes. Alexander-Arnold, impecable en ambas áreas, agitó el árbol con un chut cruzado que se fue fuera por poco. Robertson, su colega de juergas en la otra banda, tuvo la más clara del partido en los primeros 45 minutos. Cabalgó, soltó un latigazo y complicó a Lloris, que continuó demostrando lo buen guardameta que es.
No dio para más un primer interludio que supo a poco, por mucho que al Liverpool le viniera de perlas tan poco fútbol y al Tottenham no le sentara del todo mal mantenerse con vida.
Los 'spurs' trataron de encontrar la inspiración tras el descanso, pero sólo tuvo un día entre las musas Son, que volvió a demostrar lo enorme futbolista que es y lo poco valorado que está. Decepcionó como Eriksen un Dele Alli cada vez más alejado de ese futbolista que nos vendieron.
Héroes para la final
Klopp enseguida confirmó que lo de Firmino era de fogueo y dio entrada a uno de los héroes de la semifinal para que lo fuera también en el encuentro decisivo. A cambio, quitó al otro, un desdibujado Wijnaldum que dio paso al mayor control de Milner.
Mientras el alemán no se guardaba nada, Pochettino tardó en reaccionar y cuando lo hizo se encontró con los problemas físicos de medio equipo. Entraron a la carrera Lucas Moura, Dier y Llorente, pero Van Dijk seguía imponiéndose una y otra vez ante los tímidos intentos del Tottenham, cada vez más inocentes.
Entre arreón y arreón, el Liverpool vivía de lo que sacaba a la desesperada al contragolpe. Alisson buscó a Salah, pero al egipcio, muy desconectado, se le bajó la persiana. A Mané se le acababa la gasolina, pero uno de los contragolpes 'red' acabó en un córner que serviría para matar el choque. Como en Anfield. Como ante el Barça. De nuevo Origi, siempre con el belga como secundario de lujo. Como líder en la sombra.
El 0-2 desató por completo al Tottenham, pero ya era demasiado tarde. Los 'spurs' se encontraron entonces con un Alisson que marcó la diferencia con la final de la pasada campaña. Un portero completo para un equipo completo. Para la obra completa de Jürgen Klopp.