Victoria de dos caras del Logroñés en el Carlos Tartiere. Su partido frente al Oviedo estuvo plagado de locuras y disparates desde los primeros minutos hasta casi su final. El Cuco Ziganda acabó expulsado y los suyos, que fueron de más a menos, acabaron pagando lo blanditos que salieron en defensa a la segunda mitad.
De ello mismo pecó el conjunto riojano en los primeros compases. Gorka Pérez estuvo a punto de marcarse un gol en propia puerta al despejar un centro y Bobadilla lo hizo unos minutos más tarde. La primera vez, Santamaría sacó una mano salvadora que no le dio tiempo a poner en la segunda.
Pero los asturianos se pegaron un tiro en el pie. Grippo fue expulsado por un pisotón en el talón de Aquiles y condenó a su equipo a estar en inferioridad numérica para el resto del duelo. Lo que no esperaba era que, de todas formas, el dominio no fuera a cambiar de bando hasta el descanso.
Y es que la primera parte del Logroñés fue pésima. Ni siquiera con uno más sobre el campo eran capaces los jugadores de generar peligro. Sus dos centrales no estaban nada acertados, David González fallaba pases fáciles y los mejores eran Iñaki, con centros de mucha calidad, y Andy.
La otra cara de la moneda se vio cuando comenzó la segunda parte. En cinco minutos, los de Sergio le dieron la vuelta al partido con permiso de la pasividad de los zagueros rivales, desgobernados porque su entrenador fue expulsado en el descanso, probablemente por acercarse al árbitro para protestar alguna acción.
Leo Ruiz, con un doblete, firmó la remontada. No sirvieron sus goles para motivar a sus compañeros en defensa, pues seguían cortocircuitando, circunstancia que aprovechó Obeng para devolver la igualdad al duelo gracias a una asistencia casi sin querer de Edgar.
Pero el duelo ya estaba preso de las carambolas, las faltas, las tarjetas amarillas y la locura, y eso se le dio mejor al Logroñés. David González se resarció de su bajo nivel en el primer acto y cazó un mal despeje de Arribas -al '3' le anularon una diana antes del descanso por fuera de juego posicional de Bolaño- que rebotó en los pies de Juanjo Nieto para poner un 2-3 que, por mucho que peleara el Oviedo, ya no se iba a mover.