El quinto triunfo seguido del Madrid desde que regresó el fútbol tuvo como escenario la pinacoteca de Karim Benzema. El francés se inventó un pase mágico para el gol de Casemiro. Otro chispazo de calidad y una sensación de firmeza con los que el equipo canjeó el resbalón del Barça por un liderato de dos puntos. Con el averaje a favor, los de Zidane ya tienen una derrota como bola extra para levantar la Liga. Pero los intangibles hacen que esa distancia sea bastante superior. No es de extrañar que la celebración tras el pitido final fuera casi de título ganado.
Las inercias de este fin liguero en los dos grandes hablan de dos equipos al trote. Pero, mientras que en el Barça parece que es porque no da más de sí, la sensación que desprende el Madrid es la de que se dosifica con cierto convencimiento de que aparecerá en los momentos oportuno para dar un picotazo y orientar las victorias. Así lo hizo en el RCDE Stadium. Marcó en un momento psicológico y luego navegó plácidamente con el piloto automático viendo que el Espanyol es un equipo anímicamente ya en Segunda.
El pinchazo del Barcelona no pudo llegar en mejor momento para el Madrid, puesto que se encontró a un colista que apenas fue la efervescencia del inicio del choque que suele suponer un cambio de entrenador. Al fin con RDT en el campo, pero aún en un proceso de engranaje que le hizo llegar al duelo con bajas prestaciones. Sin Vinicius esta vez, como en las citas grandes, Zidane apostó por cuatro centrocampistas. El balón, la tranquilidad y el músculo fueron suyos.
Pero el choque, todo hay que decirlo, fue narcótico. Pero un minuto justificó los otros 89. Porque la galería de arte de Benzema estrenó una nueva pieza: el taconazo con caño incluido. Uno de sus últimos inventos, de lo poco que le faltaba por desbloquear en el catálogo de monerías. Desde el de Guti de Riazor no se veía algo igual. Porque, además, terminó en gol. Aquel día el francés fue el beneficiado; esta vez quien marcó a placer fue Casemiro.
El mediocentro brasileño, que volvía al once tras su sanción, fue otra vez coloso. Y más que lo pudo haber sido si a los ocho minutos culmina un intento de vaselina que obligó a Diego López a sacar un guante oportuno. Con Casemiro recuperó el Madrid esa sensación de fortaleza total. Su fe y la profundidad de banquillo de la que no goza Setién invitan a pensar en una Liga cada vez más blanca.
El versátil Madrid esta vez no tuvo que tirar de sus reservas de velocidad. El pecado de no cerrar un marcador siempre está ahí; no en vano, en el último segundo Calleri tuvo una opción, pero este Espanyol timorato habría necesitado mucho más que 90 minutos para hacer daño a un Courtois que, además, volvió a dar la sensación de que estará ahí cuando se le exija de verdad.
Y es que son el belga, Ramos y Casemiro los que están propulsando a este Madrid que hila seis triunfos seguidos contando el puñetazo en la mesa que fue el triunfo en el 'Clásico'. Con un calendario mucho más liviano, incluso empieza a flotar la sensación de que el título puede ser matemático antes de la última jornada.
Por si fuera poco, Zidane va echando triunfos en la saca al tiempo que va refrescando las piernas. Vinicius, factor diferencial en los últimos duelos, tuvo que esperar a la segunda parte para jugar. Isco fue el gran beneficiado en esta ocasión. Pero es que en total fueron cuatro las modificaciones sin que se viera afectada la sensación de superioridad. Y así se cerró una noche en el museo y otro rejón al Barcelona. Los de Setién ya no pueden ganar la Liga, solo la puede perder el Madrid.