A lo largo de una Liga, se facturan bastantes victorias con faenas de aliño. El calendario aprieta el cinturón y deja muchos días grises en los que sobrevivir impera sobre convencer. En uno de esos partidos solventó el Madrid el escollo del Espanyol. Pero como ocurrió tras el empate de San Mamés y cuando esto acaba de empezar, cabe preguntarse si fue un mal día sin más o un aviso para navegantes.
O quizá ya es consecuencia del listón tan alto que ha llegado a poner el equipo en choques anteriores. Sin ir más lejos, del enhebrado tres días ante la Roma. Como el Madrid ya ha dejado claro que puede llegar a jugar muy bien, la exigencia se le empieza a encadenar al tobillo como bola de fantasma.
El Madrid no jugó bien. Sufrió. Adoleció de buena actitud, mareado entre la resaca de Champions y la exigente próxima semana. Las rotaciones de Lopetegui quitaron chispa. Tanto ingrediente en mal estado no derivó en un pinchazo de milagro.
Asensio y el VAR, a tres minutos para el descanso, le echaron un flotador a Lopetegui, demasiado nervioso en la banda. Por su desesperación con Mateu Lahoz, pero también consciente de que su equipo abusó del funambulismo en una noche con el cartel de "Prohibido pinchar".
Algunos nuevos sabores
El sudor de los tres puntos dejó en un segundo plano la puesta de largo de Odriozola. El ex de la Real Sociedad, eso sí, estuvo notable. La primera y la última carrera de la noche fueron suyas. Gasolina, ganas y criterio fueron su 'leitmotiv' en el primer día de colegio. Por ponerle algún pero, no fue su mejor día centrando.
Courtois, muy poco exigido en la anterior cita, sí que tuvo que mancharse más los guantes en esta ocasión. Salvó una contra de Hernán Pérez en la primera mitad, cuando el Espanyol cortocircuitaba los ataques blancos y empezaba a derramar descaro en ataque.
Eso sí, se le paralizó el mundo cuando Borja Iglesias, a 25 minutos para el final, le superó con una preciosa vaselina. El larguero se convirtió en el mejor amigo del belga y tanto él como el Bernabéu respiraron.
Por momentos, el Espanyol se acercó demasiado al 1-1. Muy bien Rubi, que ha dotado a un equipo magullado en las últimas temporadas de un estilo propio. Obligado a trabajar mucho atrás, obligado a atreverse en ataque. La propuesta gusta, pero también exige un buen trabajo de acordeón para que un mal día en una de las fases no anule a la otra.
Mariano también debutó en Liga. Lopetegui recurrió a él como ese click que no llegó en el tramo final para sentenciar. Más de uno se imaginaba que ese reactivo podría haber sido Vinicíus, descartado de última hora en la lista.
Victoria para reflexionar
Así que han llegado algunas nubes para posarse sobre el Santiago Bernabéu. Porque ya mostrado varias caras este equipo en construcción. El Madrid después de Zidane quedó cosido a la decepción en la Supercopa y sublimó el fútbol en la Champions.
Y en la competicón doméstica, por el momento, se ha mostrado más Jekyll que Hyde, pero ahí quedan las manchas del frenado de emergencia contra el Espanyol. Sí, el último sorbo dejó dudas. O quizá sea demasiado pronto tanto para dejarse llevar como para dudar.
Julen Lopetegui, eso sí, ya conoce los vaivenes que pegan las carreteras del mundo por el que transita cada año el Real Madrid. Quizá otros días, ya con Bale, Kroos o Marcelo en el campo, haya más varitas y pilares y menos vacío.