No hubo reproches. No hubo cuentas que saldar ni tampoco juicio público. El Málaga fue uno durante los 90 minutos, con su equipo y su afición. Y así está más cerca de conseguir sus objetivos. Así consiguió su primera victoria de local después de once meses sin hacerlo (3-2). Un grito desgarrador al cielo. Una rebelión ante la adversidad. O una clara muestra que este equipo tiene fútbol, tiene vida en sus botas y que está dispuesto a dar la cara hasta que se la partan.
El Málaga dejó de ser un muñeco roto en manos de sus rivales para por fin competir y ganar. No fue un gran Málaga ni tampoco un gran partido. Pero fue lo que requería la ocasión: un equipo práctico, con pólvora y con verticalidad. Esa velocidad en el juego y esa frescura en las piernas se la pusieron los extremos, también Ramón con su buen manejo del juego, o la implicación de Luis Muñoz. Pero sobre todo hubo un nombre que destacó por encima de todos, el del joven Cristian Gutiérrez. Marcó el primer gol de la tarde, de bella factura, y asistió a Rubén Castro el segundo. Se marchó entre vítores. Y vio desde el banquillo el esperpento final de partido, que no tuvo consecuencias pero que demostró que este Málaga tiene aún mucho que trabajar por delante para no pasarlo mal.
El descaro de Cristian, su desparpajo y su osadía es lo que necesita este Málaga, que está consumido por penas y piernas cansadas. Dani Lorenzo fue otro chute de esa sangre nueva. Y el resto fue casi como la seda. Ahora queda saber si este Málaga ha llegado para quedarse o es un espejismo, un tiro al aire que da en la diana por pura estadística. No lo parece, pero tiene que corroborarlo en las próximas jornadas.
Inicio esperanzador
El Málaga salió convencido de truncar de una vez por todas su mala racha de local. Una presión alta, juego por banda y sin complicaciones atrás. Y el plan al fin salió. A los 5 minutos de juego, fallo del meta Whalley, Rubén Castro que roba, lo cede atrás a Cristian, y el canterano que dispara con potencia a la base del palo izquierdo del meta para poner el primero. Era la primera vez que el Málaga se ponía por delante como local en La Rosaleda esta temporada. Y eso ya era mucho.
Con viento a favor, quedaba ver cómo administraba esa renta el conjunto de Pepe Mel. Y no tuvo prisas. Bajó línea de presión, pero las juntó en el centro del campo. Cerró espacios y se tomó con parsimonia el partido. Si quería sangre, los blanquiazules no lo demostraban. Estaban felices, de momento, con el 1-0. Una falta lejana de Hervías pudo poner el segundo, pero el larguero la escupió.
Había juego por bandas, aunque sin finalización en el remate. Pero menos daba una piedra. Hasta que los gallegos subieron prestaciones. Comenzaron a jugar más directos, a complicarse menos la vida y a mirar más a Reina. Barreiro lanzó alto una volea (21’). Y en el paso de los minutos, Reina paró abajo un tiro con veneno de Chris Ramos que buscaba el empate (37’). El portero fue también protagonista en otra de esas jugadas tontas que podrían haber tenido un desenlace catastrófico para el equipo en un choque con un jugador. El partido se fue al descanso con victoria malaguista, pero con poco ritmo.
Paso al frente
Y nada más salir de vestuarios, Chris Ramos avisó de cabeza en una declaración de intenciones. Pero respondió Burgos (48’) con un remate de poca convicción tras un córner. El Málaga comenzó a sufrir con las faltas laterales y Reina tuvo que esforzarse para despejar otro balón suelto en el área pequeña (53’).
El partido estaba en un puño, pero el Málaga fue el que lo apretó para golpear. Otro centro de Cristian lo controla Rubén Castro con la tranquilidad que dan los años y supera la maraña de defensa del Lugo para poner el segundo (2-0), para abrir brecha, para llevar tranquilidad al malaguismo aunque fuera por unos minutos (57’).
Pero la faena no estaba acabada. Y aunque el viento soplaba muy a favor, con la grada contenta y vitoreando a su equipo, el peligro seguía patente. Reina (63’) se esforzó en otro balón alto. Y Cristian, antes de irse entre vítores y aplausos, intentó un gol desde el centro del campo (65’). Entró Dani Lorenzo dede la banca.
Y el Málaga siguió a lo suyo, casi disfrutando de cada pase, de cada regate o cada ocasión. Algo que no había hecho casi en toda la temporada. Le anularon un gol a Hervías (72’) por fuera de juego. Y casi en la siguiente Javi Jiménez acá en la línea una gran parada de Reina (74’). El equipo estaba enchufado, pero quedaba partido por jugar.
Y en una contra llegó la sentencia. Luis Muñoz robó, abrió a Rubén Castro que le puso en bandeja el tanto a Dani Lorenzo (3-0, 75’), que no falló el mano a mano. Entraron Bustinza y Villalba por Hervías y Luis Muñoz (78’), también aplaudidos como Rubén Castro y Febas poco después (86’). Con muy poquito, la afición ya estaba en el bolsillo.
Nerviosismo final
Y antes de cerrar el partido, dos borrones en el descuento que pudieron costar caros. Primero fue Sebas Moyano el que parecía maquillar el resultado para pone el 3-1 en una indecisión de la defensa. Y luego llegó el 3-2 de Manu Barreiro de cabeza. Al final, incomprensiblemente, el Málaga acabó pidiendo la hora. Fue casi anecdótico si no fuera porque demuestra la fragilidad que sigue teniendo este equipo pese a la victoria. La plantilla se despidió entre aplausos mientras que se gritaba también el ‘¡Manolo, vete ya’! Todo eso pese a ganar. Un triunfo que por el momento da tres puntos más en la clasificación. Importantes. Vitales. El Málaga de Mel ya empieza a ganar.