Cada vez que al galo se le pregunta por su rendimiento en el Barça, él alude a lo mismo: se tiene que acostumbrar al nuevo estilo. Una forma muy elegante de etiquetar lo que es una evidencia: le toca jugar en una posición donde su rendimiento se diluye.
Más de mil palabras se han usado ya para radiografiar esa verdad, pero nada cómo el contraste de sus mapas de calor para entenderlo: es un alma libre a las órdenes de Deschamps; confinado en un rincón con Ernesto Valverde.
También se trata de una forma de medir su jerarquía en uno y otro equipo. Tiene la vitola de líder en la campeona del mundo, mientras que como azulgrana debe compartir galones con Luis Suárez o Dembélé y, por supuesto, vivir eclipsado por Leo Messi.
Para Valverde, seguramente la posición de segundo punta, tal y como lució también el Atlético de Madrid, sería la ideal, pero se encuentra este año con más piezas de puzle que hueco para encajarlas.
Quizá por eso, incluso cuando Messi estuvo 'out', le mantuvo en la izquierda, pues así le mandaba el mensaje de que tenía que adaptarse cuanto antes al 'universo messicentrista' del Barça.
Eso sí, como el fútbol es caprichoso y puñetero, los datos desmadejan el debate de sus posición: mientras suma casi 600 minutos de sequía con Francia, en la que juega más libre, en el Barça ya ha hecho tres goles tras casi 200 minutos más.
14 de octubre de 2019