Siempre hay un amor que te marca de por vida. Algo por lo que estarías dispuesto a darlo todo y con lo que tienes una historia particular y que siempre recordarás. Eso le sucede al Milan con la Champions League, antigua Copa de Europa, un viejo amor con el que está dispuesto a reencontrarse en esta temporada.
San Siro se vistió de gala para una gran noche europea como las de antaño. Ilusión y pasión 'rossonera' inundaron unas gradas que tenían ganas de volver a ser grandes. El estadio fue una fiesta y trasladó a sus jugadores toda esa energía.
El Milan se impuso a un combativo Nápoles (1-0), pero que a la hora de la verdad le temblaron las piernas. El dominio de los primeros compases del choque por parte del cuadro partenopeo fue abrumador. Sin embargo, y pese a la multitud de ocasiones, no pudo derribar el muro de Maignan.
Algo que pareció prácticamente imposible, pero que acabó dando vida a un Milan crecido. Leao tuvo la más clara en el minuto 25 de la primera mitad, pero su disparo se perdió ligeramente por la izquierda de la portería de Meret.
Este fue el punto de inflexión para el conjunto de Pioli, que acabó dominando en la recta final de la primera parte. Tal fue así que, en el minuto 40, los locales encontraron su premio a través del gol.
Contragolpe magistral del conjunto 'rossonero', con un Brahim imparable desde el inicio de la jugada. El malagueño abrió a la derecha para Leao que, de primeras, le devolvió la pelota al '10'. Este tocó lo justo para Bennacer, que se incorporó al ataque y desde el interior del área, el '4' fusiló a Meret para colocar el 1-0.
Al Nápoles le sentó fatal el gol. Estaba dormido, quieto y sin ápice de reacción. Kjaer pudo anotar el 2-0 a la salida de un córner, pero su testarazo se estrelló en el travesaño. Precisamente, el mejor momento del Milan coincidió con la activación de Brahim.
El malagueño fue la energía que necesitó el conjunto 'rossonero' desde el minuto uno. El nexo de unión entre el centro del campo y la delantera y el auténtico capitán de un barco que quería llegar a buen puerto.
El guion de la segunda mitad fue similar al de la primera. El Nápoles comenzó dominando y llegando sobre la portería de un Maignan que se mostró muy concentrado y seguro de sí mismo. Pero estos segundos 45 minutos fueron distintos. El conjunto de Pioli estuvo mucho más concentrado y ajustó su línea defensiva para no dejar ni un solo espacio donde pudiese sufrir las vertiginosas entradas de Kvaratskhelia.
Precisamente, el georgiano fue el hombre más peligroso para su equipo. No se cansó de encarar, siempre con la portería contraria entre ceja y ceja. Sin embargo, no tuvo la noche en un San Siro que no dejó de rugir en ningún momento.
Brahim siguió a lo suyo, con una espectacular clase magistral de garra, coraje y buen hacer. Algo que le sirvió a su equipo para ser recompensando e ir pasito a pasito hacia el objetivo final.
A falta de 15 minutos para el final, el Nápoles vio como su condena aumentó. Zambo Anguissa se fue expulsado por doble amarilla tras elevar demasiado el pie y golpear sobre Theo Hernández.
Aquí pareció darse por concluido el encuentro, aunque el conjunto partenopeo sacó fuerzas de flaqueza. Spalletti introdujo tres cambios que dieron oxígeno al equipo y ahí fue cuando llegó la gran oportunidad para los visitantes.
Primero, con un cabezazo a bocajarro de Di Lorenzo, con el que Maignan sacó a relucir sus mejores reflejos y envió la pelota a saque de esquina. Después, Olivera giró el cuello de forma fascinante y cabeceó una pelota que todo Nápoles la vio dentro. Sin embargo, el esférico se marchó desviado.
No hubo tiempo para más y el colegiado decretó el final de los 90 minutos. El Milan soñó, creyó y consiguió dar el primer paso de cara a estar de nuevo en unas semifinales 15 años después. Un amor 'rossonero' con Europa que quiere volver a revivir.