Rafael Ballester fue un periodista gaditano que realizó una enorme aportación al 'deporte rey'. Todo comenzó con el prestigioso Trofeo Carranza de fondo, en su octava edición celebrada en 1962. A la final llegaron Barcelona y Zaragoza, encuentro que, en su tiempo reglamentario, terminó con 0-0.
La prórroga la aprovechó Marcelino para poner por delante a los aragonseses, pero Cayetano Ré puso de nuevo las tablas con un tanto en el último minuto. Hasta entonces, la solución para estos casos se basaba en disputar otro encuentro de desempate al día siguiente.
Sin embargo, en esta ocasión se buscó una alternativa. ¿La razón? Tanto 'maños' como 'culés' se encontraban a pocos días del inicio de la competición, además de tener compromisos pendientes en los días posteriores.
Ya alguna vez se habían lanzado propuestas poco secundadas para deshacer la 'x'. Una de ellas, sin aceptación popular, fue la que decía que, en caso de empate al final de la prórroga, ganaría el que menos saques de esquina en contra hubiese tenido. Un disparate que a nadie gustó demasiado.
Intentando evitar el puro azar del lanzamiento de la moneda, opción empleada con anterioridad en algunas competiciones, apareció Ballester y su convincente propuesta: habría lanzamientos desde el punto de penalti, tirando cada equipo cinco veces seguidas (aspecto que terminó por cambiarse).
Esta idea gustó sobremanera y el Barça terminó imponiéndose. Ambos equipos convirtieron tres de sus cinco penaltis, por lo que se optó por repetir la fórmula. Los azulgranas, en su segundo intento, hicieron pleno, mientras que el Zaragoza falló el primer lanzamiento de su segunda tanda. Ahí acabó el choque.
De esta forma, nació la tanda de penaltis, responsable de grandes alegrías 'in extremis' y culpable de decepciones imposibles de olvidar.