Cuando el fútbol todavía se jugaba en tierra y las guerras mundiales aún quedaban lejos, Winston Coe demostró a toda Argentina que un portero es más que un simple jugador bajo palos que tiene como objetivo evitar que metan goles en contra.
Allá por 1906, un equipo mítico del país de Diego Armando Maradona y Lionel Messi, que en ese año no estaban en los anales de la historia del deporte rey, como lo es Barracas Athletic se quedó sin guardameta. Nunca se imaginaron sus integrantes que eso les llevaría a una de las anécdotas más increíbles del año, siglo y, seguramente, del milenio.
José Laforia abandonó su conjunto para fichar por Alumni. Y claro, eso no es como en los nuevos días en los que los fichajes ocurren a lo largo del año y la incorporación de un nuevo integrante en la plantilla se lleva a cabo en menos de 24 horas. En aquella época te quedabas en cuadro y había que tirar de lo que pensabas que nunca ibas a utilizar.
Por desgracia para Barracas Athletic, Laforia era el único meta de la plantilla; el resto eran jugadores de campo. Y en dos días tenían un vital choque, contra Estudiantes de Buenos Aires, un equipo que milita actualmente en Primera B Nacional. Ahí apareció el gran protagonista de esta pequeña, e intensa, historia.
Winston Coe, lateral derecho como posición natural, dijo que él podía ser el que custodiara el arco contra el próximo rival de su equipo. Algo 'habitual': no es la primera vez que tanto en el fútbol de antaño como en el actual un futbolista de campo se coloca los guantes. ¿Quién no se acuerda de Arbeloa bajo palos cuando se lesionó Valdés en un amistoso contra Sudáfrica en 2013?
"Puedo echar una mano, pero no dos..."
En cambio, Coe tenía una peculiaridad, una desventaja con respecto a sus compañeros: solo tenía un brazo. "Si quieren yo puedo echar una mano, ya que dos es imposible", dijo en el vestuario cuando se ofreció, según recogen varios medios argentinos que tuvieron acceso a esta declaración.
Pese a que todo estaba preparado para que Barracas Athletic consiguiese un triunfo que pudiese ser tachado de milagro siglos después, la verdad es que perdió ante Estudiantes de Buenos Aires por un marcador de 2-1. La prensa argentina se rindió a Coe, que pese a su 'debilidad' logró solo encajar dos goles y se erigió como gran figura de la jornada en el país 'albiceleste'.
Siguió bajo palos dos encuentros más y el resultado fue el mismo: derrota y derrota. La primera, por 11-0, la segunda, 5-0. Un luminoso abultado que no le impidió seguir recibiendo los halagos de toda su nación, que la tomó con unos futbolistas de campo que no dieron la talla. Y así finalizó la historia del irlandés Winston Coe, que volvió a su lateral derecho, pero que será recordado, pasen los años que pasen, por ser en tres ocasiones el portero más carismático de la historia. Que le faltaba un brazo, y de esta forma le echó valor para demostrar, un día más, que en el fútbol nada es imposible.