Kiev puso a cada uno en su sitio. Al Liverpool, como brillante y digno aspirante. Y al Real Madrid, como el equipo indestructible que ha sido siempre en su competición fetiche. La final de Kiev no varió un ápice lo que todos esperábamos, pero sí lo hicieron los diferentes acontecimientos que tuvieron lugar en unos 90 minutos casi inexplicables y que ya forman parte de una de las finales más formidables de la historia de la competición.
El Liverpool fue una bestia en el inicio y terminó golpeado por los acontecimientos y desquiciado por su falta de suerte. La lesión de Salah, hombre más importante de los de Klopp, desconcentró y desordenó por completo a un equipo que mostró dos versiones sobre el terreno de juego. Una con el egipcio y otra sin él.
Los 'reds' fueron un equipo serio con el africano en el terreno de juego. No fue el Salah de las mejores ocasiones, pero su sola presencia atemorizó a la zaga blanca y su rapidez y velocidad de pensamiento permitió que el Liverpool dispusiera de varias ocasiones en un inicio frenético.
A los de Klopp les duró la ilusión hasta que se lesionó el ex de la Roma. Su salida para dar entrada a Lallana tuvo un impacto mayor del que podía esperarse en aquel momento. Sin su líder, el conjunto inglés dejó de confiar en sus posibilidades y, para colmo, Klopp no ayudó por la nueva disposición del equipo con el internacional inglés y un inocente 4-4-2 que reemplazó al punzante 4-3-3 del inicio.
El Madrid marca los tiempos
El Madrid, como hace un año en Cardiff, supo esperar su oportunidad. Aplacó el fogoso inicio de los ingleses con temple y empezó a madurar el choque a través de la posesión. Sus mejores minutos en la primera parte coincidieron con la lesión de Salah. Para entonces, el equipo de Zidane ya tenía el balón, pero la retirada del atacante del Liverpool permitió que ese dominio se acrecentara.
Sea como fuere, la final estaba para sobresaltos. Y casi sin solución de continuidad la guerra perdió a otro soldado. Carvajal intentó dar un taconazo y acabó lesionado en la acción. Y el Madrid no sufrió tanto como el Liverpool con el cambio. La primera mitad, que para entonces ya agonizaba, se presentaba igualada, pero la final ya no lo sería más
El descanso llegó con el Liverpool levantando la bandera blanca y con el Madrid oliendo sangre, gol bien anulado incluido a Benzema y doble ocasión del galo y de Nacho hacia el final de los primeros 45 minutos. El francés se divertía y respondía a sus críticos con una de sus mejores actuaciones en la presente 2017-18.
Klopp tiró de cintura y reculó al descanso, volviendo al 4-3-3 y tratando de frenar las subidas de Marcelo y Nacho, que vivían casi en el lateral del área 'red' de manera constante. Pero el cambio no produjo los resultados esperados. Avisó Isco con un remate al larguero tras un fallo increíble en la contrucción de un contragolpe del Liverpool y, como un resumen de lo que ha sido esta Champions, Benzema iba a empezar a desnivelar la final de la manera más inexplicable.
Karius lo cambia todo
Disfrazado de su compatriota Ulreich, Karius blocó un balón que no encontró a Benzema y buscó un saque rápido ante la presión del francés. Inexplicablemente, su saque chocó contra la pierna de Benzema y se coló mansamente en la portería de un guardameta alemán atónito y que no daba crédito a su propio error.
Curiosamente, que el 1-0 llegara de semejante manera no le afectó tanto al Liverpool como la lesión de Salah. Y los ingleses empatarían con suma rapidez, en un tiro de esquina que remató Lovren y remachó a la red a centímetros de Keylor Navas Mané, el mejor de los 'reds'.
Vuelta a empezar y vuelta a lo que ha sido la Champions blanca. Si en el 1-0 los de Zidane se trasladaron a la semifinal ante el Bayern, en el 2-1 retrocederían hasta los cuartos de final ante la Juventus. Centró con la derecha Marcelo y remató el recién entrado Bale con una chilena estratosférica que se coló por la escuadra de Karius.
De nuevo, el gol blanco sacó lo mejor de un Liverpool que se la jugó a la desesperada. Salvó Ramos ante Mané en un pase a la espalda de la defensa y el propio senegalés, omnipresente e impotente, se topó con la madera en un latigazo con la zurda al que no llegó Keylor Navas.
Sería la última vez que los 'reds' pondrían a prueba al portero costarricense. Un lento y desconocido Cristiano perdonó el 3-1 tras una gran acción de Casemiro, algo que no haría Bale tras el segundo gran lunar de Loris Karius. El galés, tocado por una varita en Kiev, disparó centrado desde lejos y el alemán se metió el intento de despeje en su propia portería. Demasiados errores para aspirar a un título europeo una década después.
Quedaban menos de diez minutos y el Real Madrid comenzó a saborear una Champions League que supo suya casi desde el momento en que derrotó al PSG en octavos, o desde el penalti de Benatia a Lucas en cuartos, o desde las paradas de Keylor al Bayern en semifinales. Ausente en Liga y Copa, cierra por todo lo grande la temporada en la que fue, es y será su competición.