El nombramiento de Éric Abidal como nuevo secretario técnico del Fútbol Club Barcelona sorprendió a propios y a extraños. Vuelve de este modo al club que le dio los mayores éxitos deportivos de su carrera profesional.
Apenas lleva un día en el cargo, y Abidal ya debe ser plenamente consciente del 'jardín' en el que se ha metido. Demasiados frentes abiertos, quizá, para un club tan grande como el Barcelona.
Pero Abidal nos ha demostrado que es un luchador tenaz. De los que no se rinden cuando el viento empieza a soplar de cara. Llegó al Barcelona en 2007, y fue en el Barcelona donde vivió sus momentos más duros como futbolista, como persona. Como ser humano.
Un cáncer de hígado detectado en 2011 amenazó con acabar de forma prematura con su carrera, pero el defensor francés no tiró la toalla. Se operó a mediados de marzo, y a principios de abril ya se le vio entrenándose de nuevo. En mayo volvió a los terrenos de juego.
Terminó levantando la Champions en Wembley. Puyol, el capitán, le cedió el brazalete para que fuera él, titular aquella noche, quien alzase la 'Orejona'. Un gesto que dio la vuelta al mundo.
Pero la vida le tenía deparada otra zancadilla. Recayó del cáncer en febrero de 2012, apenas un año después, y en abril se sometió a un transpante de hígado. Estaría un año fuera de los terrenos de juego.
El Barcelona no le dio de lado en ningún momento, pero Abidal anunció su salida del club al término de la temporada 2012-13. "Muchas gracias, sois parte de nuestra familia", dijo, emocionado, en su despedida en el Camp Nou.
Intentó alargar su carrera un tiempo más, en el Mónaco y el Olympiakos, pero antes de terminar la temporada 2014-15 colgó las botas. Su cuerpo ya había recibido suficiente castigo.
Se dedicó de lleno a su Fundación, centrada en mejorar la vida de otras personas y, al mismo tiempo, transmitir valores como la superación o la fuerza voluntad.
Ahora, Éric Abidal afronta su enésimo desafío, coger las riendas de un Barcelona que parece haber perdido el norte en materia de fichajes.