La historia de Denis, a sus 27 años, es la quien recoge una siembra que tardó más de la cuenta. Denis ya no es el objeto de mofas por la alineación indebida del Madrid en Cádiz. Ahora mismo es uno de los líderes de la anfitriona, su máximo goleador. Llega más que jalonado a un partido que soñaba... pero jugándolo con la camiseta del rival.
Apenas tenía cinco años cuando, de la mano de su padre Dimitri, el Cheryshev genuino del Sporting, aterrizó en España. A él le tocó formarse en Burgos, donde el intenso frío le recordaba a la pequeña Nizhni Novgorod, donde pasaba las horas junto a su inseparable amigo Nicolai, un hombre octogenario que le instruyó en el mundo de la pesca, el arte de la paciencia, que tanto ha marcado su vida y le ha permitido no perder el norte en los malos momentos.
Dando carreras por esos campos casi helados le vio el Real Madrid, que no dudó en captar su talento. Allí fue creciendo y entendiendo la cultura nacional. "Me considero más español que ruso, llevo más tiempo aquí", ha defendido siempre. De hecho, le cuesta más trabajo hablar su lengua materna que el castellano.
Su partido seguirá siendo especial, aunque de otra manera. Ahora solo quiere disfrutar. Capello, el que lo reclamó para la Selección Rusa por primera vez, quería llevarlo a Brasil, pero demasiado tiempo lesionado en el Sevilla acabó pasándole factura y el técnico italiano no pudo hacer la vista gorda en esas circunstancias. Luego se perdió la Eurocopa de Francia. Así que ahora es su momento. Y no quiere que se acabe.
Cuando Dzagoev, tótem de los rusos, se lesionó en los primeros minutos del choque inaugural ante Arabia Saudí, parecía caer un símbolo. Error; emergía la estela de Chersyhev. La que él nunca había abandonado. Gracias a la paciencia que le enseñó la pesca, su formación en el 'coaching' y los consejos de su admiradísimo Alejandro Jodorowsky.
Una formación anímica para complementar la que le dieron sus estadios en Ciencias de la Educación Física y el Deporte, donde se licenció. Vital también para aprender a conocer su cuerpo y superar el martirio de las lesiones que le han perseguido.
"La vida seguiría igual si le marco un gol a España, no cambiaría nada", afirmó recientemente acerca del duelo de octavos. En el fondo, no es así. Afloraría ese "volcán enorme" que decía su padre que llevaba dentro.