El sobrino del entrenador del Real Madrid no llegó a ser convocado ni una vez por el Adarve, así que optó por regresar a su país de origen con 23 años, tras no haber tenido suerte en España (lo intentó antes sin éxito en el Toledo). Y lo hace al club en cuyas divisiones inferiores se formó.
Y si el Adarve hizo historia como equipo del madrileño barrio del Pilar en Segunda B, más meritoria es aún la de este suburbio galo, de unos 2.500 habitantes y señalado por problemas de marginación, violencia, pobreza e incluso por vinculación con la mafia marsellesa. Fue fundado con esa honra de club modesto, absolutamente eclipsado por el Olympique. Se cree, de hecho, que nació como némesis del 'Madrid marsellés', el club históricamente más afamado, ahora en días de receso. Por ello, no es de extrañar que su escudo sea una réplica del que luce el Barcelona, aunque con los ribetes rojos en azul como homenaje a la ciudad. En su día, llegaron a lucir de azulgrana, hoy en día visten de verde.
Marseille Consolat, ils n'ont pas attendu de fusion pour avoir le logo du barça de provence pic.twitter.com/A1gMXW8Rj9
— VadeRetroSardinas (@trolloloBlanc) 13 de marzo de 2017
Su génesis sorprende. Un sacerdote, harto de ver cómo los pequeños a los que criaba iban coqueteando con problemas callejeros cuando se hacían mayores, fundó la entidad para que estuvieran jugando al fútbol y así animarles a motivaciones más saludables, menos conflictivas. A pesar de convivir con el apodo del 'equipo de los matones', el sueño fue creciendo y haciéndose más tangible: hoy en día militan en la National, la tercera división francesa, pese a contar sólo con 53 años de vida, la gran mayoría de ellos como entidad amateur.
No fue fácil construirlo, no obstante. 1983 fue el punto de inflexión. Los episodios de peleas con otros conjuntos se sucedían. Una trifulca multitudinaria en un partido con el Cannes los tenía en el candelero. Pero ese año hubo un tiroteo durante un encuentro que terminó de sepultar su fama. El único que se atrevió a combatirla fue un chico llamado Jean-Luc Mingallon, que tomó la presidencia de la entidad... ¡con tan sólo 23 años! Hoy sigue manteniendo ese puesto, ya con 56, y orgulloso de ver que el equipo se asocie al fútbol, y no a los problemas de un arrabal que sigue luchando con sus ovejas negras.
C'est l'heure de la reprise pour nos U8/U9 avec l'organisation de ce plateau !!!
— Marseille Consolat (@GSC_Officiel) 13 de enero de 2018
22 équipes présentes ce matin à Rive-Verte #MarseilleConsolat #FootAnimation #Plaisir pic.twitter.com/aVfHKmwWPJ
El Consolate no sólo ofrecía entrenamiento y partidos a los niños. Enarboló un movimiento social poderoso. Se constituyó como asociación de ayuda a los necesitados y organizó continuamente actos para recaudar fondos o alimentos para ayudar los vecinos. El factor humano se sumó al deportivo, hasta que seis ascensos llevaron al club galo a donde está hoy. Mañana recibirá al Red Star, líder de la National, dispuesto a una proeza que le ayude a alejarse del descenso, que sólo está a tres puntos ahora.
Aún pelean por un patrocinador que les dé otro empujón y les haga soñar con subir a la Ligue 2. Aunque lo más importante para su presidente es que los días de partido sigan siendo una fiesta para celebrar cómo el club es emblema de la lucha del barrio. Y el Programa Educativo Federal que quieren implementar para la próxima campaña, destinado a niños de entre 6 y 18 años para todos los clubes que deseen adheririse y con seis puntos estrella: salud, compromiso civil, medio ambiente, 'Fair Play', reglas y arbitraje y cultura del fútbol.
Driss Zidane no cumplirá el sueño de hacer carrera en España, como su tío. Pero volverá a participar de un proyecto sin fama pero que no necesita de ninguna Champions para ser importante en el fútbol.
Un #Zidane va jouer au football à #Marseille... Driss, le neveu de Zinédine, est l’une des deux nouvelles recrues de #Consolat... https://t.co/fOj2Wk3zEV#Football #National pic.twitter.com/F7IaifmTfI
— Jérémy Tordjman (@Jay_Tordjman) 14 de diciembre de 2017