El futuro parecía negro sin Ibrahimovic. Pero Suecia, que le robó el pasaje a Italia contra pronóstico, se ha convertido en un tanque. Un tanque de hielo. Sin estrellas, el bloque es el que emerge. Como un iceberg. Ante él se estrelló Brasil, también una Suiza de impulsos intermitentes. Sin dejar de avanzar.
Ya está metida en cuartos de final. Habiendo encajado solo dos goles. Siendo un rival incómodo, que renuncia a lo estético y lo efectista para ser un alumno ejemplar y disciplinado. Que no espera enamorar a nadie, pero con una fórmula que nadie ha sabido descifrar hasta ahora.
Forsberg, un Kim Källström 2.0 pero menos imponente, hundió el cuchillo. Rompió el marcador y el tedio; de paso, recordó que este el Mundial del 'pinball'. Su tiro iba manso para Sommer. Metió el pie Akanji, la bola se fue a la red y el mundo se le vino encima. El azar es un mero giro de tobillo.
Fue, de largo, el encuentro más aburrido de octavos. De piernas atenazadas y jugadas sin maquillaje. Hubo, eso sí, ocasiones. Más producto del corazón que de la cabeza. Sommer sudó más que Olsen, aunque Olsen apareció en el añadido para ser otro témpano.
Bostezos y VAR
El extraño final fue lo más emocionante de la tarde. Con Thelin corriendo la contra de la sentencia, Lang lo derribó con desesperación. Penalti y roja. Pero el VAR pasó el filtro para convertirlo en falta en la frontal. Simplemente, para duplicar un tiempo de añadido en el que no había nada que añadir: Suecia ya había facturado el triunfo.
Clara moraleja de lo 'fácil' que puede llegar a ser un Mundial. Cuatro encuentros después, con ese silencio propio de los mejores asesinos, el equipo nórdico se asoma al palco de la gloria. No será de las seleciones más esperadas, sí de las más incómodas. Los mejores cocineros arman un buen guiso con pocos ingredientes si tiene claro cómo hacerlo.
Suiza se va mejor de lo que venía, pero las catapultas de Rodríguez y Shaqiri se acabaron revelando como poco arsenal a la hora de la verdad. Galopó el lateral como un jabato, y forzó un buen ramillete de córners. Al jugador del Stoke le sobró vértigo con sus pases lejanos, se le añoró más en las zonas de influencia. Le faltó valentía.
Se fue Zlatan, el dios nórdico. Bajo él apareció una civilización amarilla con menos fantasía y más trabajo. Argumentos de sobra para estar entre los ocho mejores del torneo. Bravo por Janne Andersson. Quizá la valentía de dejar a Ibrahimovic fuera del Mundial ante las presiones obedecía a la confianza en su selección de bravas hormigas.