El fútbol es amado a lo largo y ancho de todo el planeta. Muchos destacan que otros deportes son más emocionantes. Y quizás tengan razón, pero cosas como las vividas en el Arena do Gremio perdonan miles de cero a cero somnolientos que hagan dudar a los menos creyentes.
Toca empezar por el final para entender la locura que conquistó a todos y cada uno de los que presenciaban en directo, en sus casas o de cualquier manera el partido. River, tras mucho remar, logró empatar el partido en el minuto 82 y se quedaba a un gol de la gloria. Una gloria milagrosa, ya que la toalla iba cayéndose al césped conforme pasaban los segundos.
Pero aparecieron el VAR, Scocco, Bressan, el árbitro y el 'Pity' para montar un thriller que ya quisiera haber firmado el mismísimo Alfred Hitchcock. El rey del suspense habría quedado prendado de lo que ocurrió en apenas 15 minutos (no de juego) en Brasil.
El delantero, que entró en el segundo tiempo, nunca perdió la fe. Prueba de ello fue un remate de espaldas que, sin nadie imaginarlo, valdría una final. Scocco ya se iba pensando en el córner que acababa de provocar, pero Bressan no rechazó el balón con su cuerpo. Lo hizo con la mano.
Sólo un ojo podía percatarse. El de la justicia máxima. El que, pese a acciones como la de esta noche, aún recibe la crítica de algún pobre encerrado en el 'cualquier tiempo pasado fue mejor'. El colegiado fue llamado a filas por la tecnología y tras ver una y otra vez la jugada, se armó de valor. Señalizó el rectángulo del miedo con sus manos e indicó el punto fatídico.
A partir de ahí, el partido se acabó para dejar paso a una disparatada y rocambolesca historia. Bressen perdió los nervios, agarró a un asistente y salivaba sólo con pensar en llegar al colegiado. El partido se detuvo durante varios minutos y la presión comenzó a hacerse una bola en la garganta del 'Pity' Martínez.
En el 94', al fin se pudo lanzar el penalti, tras el anuncio de los 13 minutos de añadido. Más de 50.000 personas increpaban al 'millonario', pero unas 4.000 allí presentes unieron sus fuerzas a la zurda del jugador. Engañó a Grohe y, en cuestión de segundos, llenó todos los vasos de la zona franjirroja de Argentina.
La recompensa siempre llega
Los 80 minutos anteriores parecen moco de pavo comparados con el final. River salió mejor, mucho mejor que su rival. Un equipo que jugó con el riesgo de apostarlo todo a una moneda, eso sí, hecha del material más resistente que se pueda imaginar.
El 'Cholo' habría firmado un planteamiento que en la ida fue perfecto, sin objeciones, y que en la vuelta sólo se desmoronó gracias a Borré. Este, en el 82', concedió una recompensa buscada durante todo el encuentro por el colombiano, Palacios, Quintero y compañía al rematar un balón colgado y superar a Grohe.
Gremio tiró por la borda todo el orden defensivo y la seriedad que había desesperado a los 'millonarios' minuto a minuto. Los brasileños tuvieron sacrificio y paciencia a partes iguales en el 90% del choque y el fútbol les guiñó con la lesión a los 25 minutos de Ponzio. Pero ni con esas.
Sufrieron desde el primer minuto, cuando Borré mandó casi a la banda una ocasión que habría tirado algún ladrillo del muro local. El frontón resistió y, para colmo, se armó de una capa extra de cemento con el 1-0, un tanto que llegó en uno de los dos tiros a puerta de los locales. Leo Gomes, desde la frontal, superó a Armani en el 36' con la ayuda de Pratto y dio más argumentos al planteamiento de Renato Gaucho.
Finalmente, y aunque no ocurra siempre, la gota continua pudo con la sobriedad de la piedra. Una piedra que renunció a cortar el grifo con cualquier otra sacudida después del gol. Y, como ya hemos contado, el río acabó desbordado y hundiendo a un dique que se queda sin segunda final consecutiva.