El United venció, pero no convenció. De hecho, bien podría haber salido goleado, de no haber sido, a partes iguales, por el poco acierto del Brentford y las paradas de un David de Gea que, por mucho que al final sus compañeros marcasen tres, volvió a ser el sostén del equipo.
No ha sido un buen partido del Manchester United, por mucho que haya ganado 1-3. Por mucho que enfrente estuviera el Brentford, un recién ascendido que es una auténtica molestia para todos en la Premier, y que no entiende de galones.
De hecho, tardó dos minutos en dar el primer aviso a su todopoderoso rival, pero en ese remate de Jensen también quedó patente el problema que iban a tener los 'bees' en el partido: le pegó mal y no revistió mayor peligro.
Fue una constante. El United apenas merodeó el área de Lössl, que debutaba en la Premier, y solo lo hizo con peligro por los fallos de sus rivales. La posesión era suya, pero era inofensivo. En cambio, cada vez que el Brentford agarraba la pelota, la tensión se palpaba.
Pero no todo fueron fallos de los 'bees'. David de Gea tuvo mucho que ver, más de lo que le hubiera gustado a Rangnick, en que esto no fuera una goleada al United. Con sus paradas logró que el resultado al descanso fuera de empate a cero.
La mejor del United en el primer tiempo fue un disparo de Dalot desde lejos que se marchó por muy poco fuera del arco. No había logrado tirar a puerta el United, pero al menos sus rivales tampoco estaban finos en ataque.
Tras el descanso se vio mejor a los de Rangnick, y fruto de esa mejoría resultó el gol de Elanga, al que precedieron un par de avisos del Brentford, por no perder las buenas costumbres.
Le salió la apuesta bien a Rangnick, pero el tanto tuvo el punto de fortuna justo para que acabase en el fondo de las redes. Porque se le escapó el control ante Lössl, el balón le rebotó a la altura de la cabeza, y lo remató de testa antes de que el guardameta danés pudiera meter el guante.
Y menos de diez minutos después, sin que los 'bees' hubieran sido capaces de reaccionar al gol, llegó el segundo, el de la tranquilidad. Lo hizo Mason Greenwood, a pase de Bruno Fernandes, en una jugada que había iniciado Cristiano con un genial pase de pecho.
Eso fue prácticamente todo lo que hizo el astro luso en este encuentro. Quitarle un balón a Elanga para pegarle un pelotazo a un defensa, dar ese pase y recibir abucheos. Muchos abucheos.
Por eso, cuando Rangnick le sentó en el 71' por Maguire (y no, no es broma, entró Harry Maguire por Cristiano Ronaldo, y Marcus Rashford por Greenwood), las gradas la tomaron con él.
El luso, que no se iba especialmente contento al banquillo, pagó su frustración con el abrigo que le habían dado para que no se quedara frío. Y mientras su técnico se le acercaba para explicarle por qué le había cambiado, la táctica le volvió a dar la razón al alemán.
Porque en el 78', cuando a Cristiano todavía no se le había pasado el enfado, apareció Rashford para culminar otra contra con un buen disparo al palo corto.
La jugada le salió redonda, más o menos, a Rangnick, pero su United evidenció tener mucho margen de mejora, y debería ser consciente de que en otras circunstancias esto podía haber sido fácilmente una derrota. Y una abultada.
El Brentford no bajó los brazos y peleó hasta el final, y se encontró con el gol del honor en el 85', cuando Toney remató un balón suelto en el área pequeña, tras un batiburrillo formado a raíz de un saque de banda al área por parte de Bech.
No hubo tiempo para mucho más. El Manchester United ganó, pero no convenció. Con lo justo y casi sin querer hizo tres goles a un Brentford que podía haber merecido más, de no ser porque la mitad de las ocasiones las fallaron sus delanteros y no tuvo que pararlas De Gea. Falló por encima de sus posibilidades y lo pagó.