No era un partido más, era un derbi, y eso se notó desde el primer al último minuto. Pero en un partido en el que los de la Sala VOR quisieron ser protagonistas, lo que todos recordarán son las paradas de Cillessen y el golazo de Guedes.
El Valencia quiso, desde bien temprano, llevar la voz cantante. Quería, como local, imponer su ritmo a su rival. Demostró el Valencia, por tanto, ser de los dos el que más quería o necesitaba ganar.
Pero esa motivación le pasó factura al Valencia. Primero, por exceso de celo, y luego por pura ansiedad, vio cuatro amarillas, y las cuatro fueron un pesadísimo lastre para Javi Gracia: los cuatro amonestados (Racic, Soler, Gayà y Maxi), estaban apercibidos y se perderán el próximo encuentro, otro derbi.
En lo estrictamente futbolístico, vimos sobre el verde de Mestalla a dos ideas distintas de fútbol, y, a la vez, un espectáculo la mar de entretenido. El Valencia puso el juego y las ocasiones, y el Villarreal, la chispa.
Poco a poco fue adueñándose del partido el cuadro 'che', pero eran los castellonenses quienes daban más sensación de peligro, a pesar de contar con muy pocas ocasiones de gol. De hecho, tuvo mucho más trabajo Cillessen que Asenjo.
El partido, más allá de la rigurosidad de Estrada Fernández a la hora de poner el listón de las amarillas, apenas tuvo polémicas... hasta que el VAR hizo lo suyo.
De nuevo, otra mano de esas que claman al cielo. Gayà rozó el balón con el brazo, tras separarlo del cuerpo luego de chocar en el aire con un rival que cabeceó el esférico en dirección hacia la portería valencianista.
Una acción que tuvo, tras esta, dos salvadas espectaculares, la primera bajo palos del propio Gayà, y la segunda, de Paulista a la desesperada, evitando así que el gol 'groguet' llegase.
Pero Gil Manzano, en el VAR, dijo a Estrada Fernández que debería revisar la acción en el monitor, y así hizo. Y, con el reglamento en la mano, al colegiado no le quedó otra que señalar otro infame penalti, que cuanto te lo pitan a favor te parece clarísimo y cuando es en contra dan ganas de quemar el reglamento.
Penalti que Gerard Moreno convirtió, al filo del descanso, y que a punto estuvo de mandar a la lona al Valencia. Pero ahí se erigió el primer gran protagonista del cuadro 'che', Jasper Cillessen.
El guardameta neerlandés dio un recital de paradas, empezando por una buenísima en el 44', y continuando con su repertorio en la segunda parte, en la que el Valencia, volcado al ataque en busca del empate, descuidó su línea defensiva como viene siendo habitual cuando se dan esas circunstancias.
El Villarreal no pudo aprovecharse de ello, y tampoco supo darle la pausa necesaria al juego una vez Parejo perdió fuelle. Como resultado, el Valencia, tras tomarse un respiro mediado el segundo periodo, empezó a percutir con fuerza, confiando en que Cillessen siguiera inspirado.
Su guardameta cumplió con su parte, y Maxi, negado de cara a gol, tiró de picardía para, con una sobreactuación de nota, forzar un penalti que, de nuevo, advirtió Gil Manzano en la Sala VOR y no Estrada Fernández en Mestalla.
El uruguayo se desplomó en cuanto notó el contacto, leve pero claro, en el tobillo, y de nuevo al colegiado no le quedó otra que señalar la pena máxima. Porque el ariete hubiera caído igual si en vez de fingir ser fulminado hubiera intentado pelear la pelota. Pero el fútbol, recuerden, es un deporte de caballeros practicado por villanos, y la honradez escasea.
Lo que el VAR le dio al Villarreal, el VAR se lo quitó, y a Carlos Soler no le tembló el pulso para devolver las tablas al electrónico. Pero cuando parecía que el Villarreal de Emery sumaría otro empate más, apareció Guedes y remontó el partido.
El luso, ausente desde hacía tres jornadas, siempre intermitente, salió a Mestalla pasada la hora de partido con ganas de hacer suyo el derbi. Y se tiró esa media hora sin hacer gran cosa hasta que, en el 91', en una contra de los suyos se sacó un zurdazo cruzado con el que dio los tres puntos al Valencia.
Victoria merecida para un Valencia que hizo más que su rival para llevarse el duelo, pero que no debe olvidar que gran parte del mérito recae sobre su portero, y todo el mundo sabe lo que eso significa. Algo no funciona cuando tu portero es tan protagonista.