Victoria del Valladolid, y victoria con la meta a cero, ante un Alcorcón que no levanta cabeza ni con el cambio de inquilino en su banquillo. Aguado y Weissman, los autores de los goles blanquivioletas.
Se enfrentaban en el Nuevo José Zorrilla dos equipos que necesitaban ganar. El Valladolid, porque encadenaba tres jornadas consecutivas perdiendo; el Alcorcón, porque es colista y solo sumaba tres puntos tras seis jornadas.
Pero desde el primer tiempo se vio la desigualdad entre uno y otro equipo. El Valladolid iba a llevar la voz cantante, y no pensaba dejar a su rival ni pensar.
Tan motivado saltó el Pucela al césped que tardó solo dos minutos en ver la primera amarilla del partido (Sergio León, por un planchazo en la primera falta del encuentro). Pero también tardó muy poco en empezar a inquietar a Dani Jiménez.
Fue un goteo casi constante de ocasiones para el Valladolid. El Alcorcón, en esos arreones blanquivioletas, se veía completamente desbordado. En cuanto su rival superaba su primera línea de presión, el peligro era palpable.
Sin embargo, estaba fallón el Valladolid. El gol se le resistía, y solo llegó en una de esas acciones que no se deben perdonar, un error del Alcorcón, en el 19', al dar salida al balón. Robó Aguado, trianguló con Weissman y el centrocampista finalizó la jugada con un buen tiro cruzado ante la salida de Dani Jiménez.
El tanto dejó tocado al Alcorcón, porque minutos antes había metido el miedo en el cuerpo a su rival con un gol de Al Badaoui que fue anulado por fuera de juego. Había visto la forma de hacer daño, pero se encontró con el marcador en contra, y eso frustró sus planes.
El monólogo blanquivioleta solo cesó en torno a la media hora de juego, cuando los de Pacheta levantaron un poco el pie y permitieron al Alcorcón disfrutar de sus mejores de todo el encuentro.
Llegó a impactar un balón en la madera, en una acción un tanto caótica en la que también hubo una mano dentro del área de Roque Mesa que ni el colegiado ni el VAR vieron punible.
El descanso llegó sin que el marcador se volviera a mover, y el segundo tiempo arrancó con la tónica del primero como guion. Es decir, con el Valladolid mandando y con el Alcorcón aguantando el chaparrón.
Estaba sin ideas el conjunto 'alfarero', y en la segunda parte no se acercó más que en un par de ocasiones a los dominios de Roberto. Le estaba salvando que el Valladolid no tenía su día de cara a gol.
Aunque no generara peligro, el Alcorcón no se desconectó del partido. Y conforme pasaban los minutos, la sensación de incomodidad entre los blanquivioletas (entrenador, jugadores y público) crecía.
Porque el Valladolid, y este año no es una excepción, es muy dado a regalar goles. A tirar los partidos, aunque el rival ni se haya acercado a la portería. De hecho, el Alcorcón terminó el partido con nueve disparos, tres de ellos a puerta, y uno de ellos, a la madera.
Pero no ocurrió esta vez. El Valladolid supo encontrar, tras mucho fallar, el gol de la tranquilidad. Y lo anotó el carismático Shon Weissman, tras finalizar la enésima contra concedida por el desnortado Alcorcón.
El tanto, en el 86', le dio el respiro al Pucela que tanto necesitaba. Con el partido en el bolsillo, solo había que esperar el pitido final para volver a celebrar casi un mes después una nueva victoria.
El Alcorcón acumula otra derrota, la sexta en siete jornadas, y evidencia que el problema quizá no fuera solo de Anquela. Mucho tiene que cambiar en este equipo, a todos los niveles, si quiere salvarse.