Ambos se jugaban algo más que tres puntos. Tanto Valencia como Chelsea afrontaron el duelo emaptados a siete puntos con el Ajax, por lo que el que ganase aquí habría dado un gran paso de cara a los octavos de final.
Por contra, un empate valía de poco a ambos, pero menos al Valencia, que se jugará el pase en Ámsterdam en la última jornada, mientras que el Chelsea lo hará ante su público, ante un Lille ya desahuciado.
El Chelsea saltó mejor al campo, a todas luces. El Valencia se mostró demasiado trémulo en defensa, y concedió demasiados espacios al Chelsea, espacios que los 'blues' no tardaron en convertir en ocasiones de gol.
Pólvora mojada
Sin embargo, pese a los acercamientos más o menos peligrosos del Chelsea, la más clara la tuvo el Valencia, en el 19'. Fue el primero de los inexplicables fallos que acabaron privando al Valencia del triunfo.
Parejo filtró el balón para Rodrigo, y este optó por darle el pase de la muerte a su compañero en punta, Maxi Gómez. Sin embargo, el delantero uruguayo no se aclaró con qué pierna rematar, y el balón se le coló entre ambas, marrando la ocasión.
Se había salvado el Chelsea de esa, y también de la siguiente, un remate de cabeza muy tímido de Carlos Soler, que quizá hubiera hecho mejor en dársela a Maxi.
El uruguayo tuvo otra clarísima, en el 30', pero ahora fue Kepa quien le privó del gol. Fue el punto y final al claro dominio del Valencia, tras el cual volvió a dominar el Chelsea.
Un Chelsea que no tardó en poner en apuros a Cillessen, pero el neerlandés cumplió cuando fue exigido. Y entonces, cuando mejor estaban los 'blues', llegó el gol del Valencia.
Una recta final no apta para corazones sensibles
Era el minuto 40 cuando Dani Parejo, mariscal de campo del Valencia, abrió a banda para Rodrigo. Desde ahí centró el balón y Carlos Soler, titular por primera vez tras su lesión, remató como buenamente pudo para adelantar al Valencia.
La alegría, eso sí, duró muy poco en Mestalla, porque en la siguiente jugada el Chelsea empató. Se le hizo de noche al Valencia sacando jugado el balón, se lo regaló al rival y Kovacic acabó chutando desde la frontal. Cillessen reaccionó tarde y no alcanzó el balón, muy ajustado al poste.
Los últimos minutos del primer tiempo fueron una locura, anticipo de lo que ocurriría una hora más tarde, pero ahora con el Chelsea percutiendo.
El primer tiempo concluyó con un duro choque entre Tammy Abraham y Ezequiel Garay, que dejó mucho más malparado al atacante inglés, hasta el punto de tener que ser sustitido al descanso. Se acabó marchando en camilla, entre lágrimas.
Una moral a prueba de bombas
El segundo tiempo comenzó perezoso, a un ritmo pausado, pero pronto se revolucionó. Cuatro minutos tardó el Chelsea en animarlo, con el gol de Pulisic. Un gol que en principio fue anulado por el asistente, pero posteriormente validado a instancias del VAR.
El Valencia no se vino abajo. Acababa de ser remontado, pero tiró de orgullo para luchar por al menos empatar. Y pudo haber ganado, pero Rodrigo se contagió pronto del vértigo de cara a gol de Maxi.
En el 57' falló una ocasión clarísima, tras una salida en falso de Kepa, quien no se entendió con un Christensen que le regaló el balón a Rodrigo, pero este no acertó a la hora de marcar desde fuera del área a puerta vacía.
Siguió sin bajar los brazos el Valencia, y por momentos soñó con lograr un nuevo empate, después de que el colegiado señalase un penalti riguroso de Jorginho sobre Gayà.
Parejo, como es habitual, asumió la responsabilidad, pero Kepa le hizo un paradón a mano cambiado que difícilmente olvidará. Y ni así se dio por vencido el Valencia.
El premio más inesperado
Insistió, insistió, insistió, el Chelsea se encerró, y el gol del empate llegó. Llegó con un soplo de fortuna, la que le faltó al Valencia durante todo el partido, al salirle tan mal un centro lateral a Wass que se coló por la escuadra del palo largo, ante la mirada incrédula de un Kepa que pensó que eso se iba fuera.
El partido se rompió. El Valencia necesitaba ganar para no llegar tan apurado a la última jornada, y por eso siguió apretando los ocho minutos que le restaban al tiempo reglamentario, y los siete que fueron añadidos por las numerosas interrupciones.
Y pudo lograr la victoria, o perder el partido. Porque Rodrigo volvió a perdonar en al menos dos ocasiones a Kepa, fallando goles que nunca antes había fallado; porque el Chelsea, ante los huecos dejados por el Valencia, trató de llevarse el premio gordo de Mestalla, topándose en el mejor de los casos con Cillessen.
No hubo tiempo para más. El Valencia se desfondó en busca de un triunfo que no llegó. La pelota, en el tejado del Ajax.