El verano en el que todos quisimos ser búlgaros

17 de noviembre de 1993. Francia y Bulgaria luchan por un puesto en el Mundial de Estados Unidos. Los galos solo necesitan un punto ante una Bulgaria que es la anarquía personificada. Talento puro en ataque con escaso orden y grandes lagunas en defensa.

Liderado por Hristo Stoichkov, estrella del Barça, el combinado búlgaro no tiene nada que perder. Francia ya ha desaprovechado el primer 'match ball' para estar en Estados Unidos de manera casi delirante ante Israel. Pero a los Cantona, Papin o Ginola solo les hace falta un empate en el Parque de los Príncipes para no fallar. Así que todo está en su mano.

Las cosas van bien y Francia incluso se pone en ventaja gracias a Papin y Cantona. Nadie da por hecho que va a haber una sorpresa, pero Bulgaria empata y, en el tiempo añadido, llega el error histórico de Ginola, el contragolpe vertical de los búlgaros y el tanto de Kostadinov. Gol, victoria, fiesta y a Estados Unidos.

'Panenka' recuerda que, eso sí, aquel partido hubiera podido ser muy diferente. Al delantero de la Selección Búlgara, entonces en el Oporto, y a Lubo Penev, jugador del Valencia, no les llegó el visado para entrar en Francia. La historia es cuando menos rocambolesca. Mihailov, portero de Bulgaria que jugaba en el Mulhouse francés, tuvo que atravesar la frontera para recogerles y prácticamente colarles en Francia.

El resto es historia de un fútbol búlgaro que no ha vuelto a lograr acercarse a lo conseguido por aquel combinado. Las cosas, eso sí, no fueron como todos esperaban tras la clasificación. Al palo del cáncer de testículo de Lubo Penev, sobrino del seleccionador y estrella del fútbol español, se le unió la derrota por 3-0 ante Nigeria en el primer partido.

De menos a más en Francia

"Durante los meses previos al torneo, había alertado a mis jugadores de que debían tomarse a Nigeria muy en serio. Desafortunadamente, pagamos caro haberlos subestimado", reconoce el entonces seleccionador Dimitar Penev en el citado medio.

Al tropiezo le sucedieron una victoria ante Grecia, primera de los búlgaros en un Mundial, y el histórico partido ante Argentina, que Maradona no pudo jugar por su positivo y que coronó a Bulgaria por encima de la 'Albiceleste'.

Los octavos de final ante México, resueltos en la tanda de penaltis y con el estadio lleno de aficionados mexicanos, terminaron de convertir a Bulgaria en la gran revelación de aquel Mundial. Era tan popular su juego en los campos norteamericanos como su relajación en los hoteles, donde las malas lenguas aseguran que los jugadores fumaban y se corrían alguna que otra fiesta.

"Estábamos convencidos de que teníamos la capacidad para echar a Alemania del campeonato. Fue el mejor partido que jugamos en Estados Unidos", recuerda Kostadinov, acompañante de Stoichkov en el ataque de aquel superequipo.

El crack del Barça fue precisamente protagonista en aquellos cuartos de final, aunque mucha gente no se enteró de lo que sucedía. Discutió con Balakov en la primera parte en otro ejemplo de lo que era aquel conjunto búlgaro, capaz de lo mejor y de lo peor. "Hubiera sustituido a ambos si no se hubieran reconciliado en el descanso. Lo decía en serio", remarca al respecto el seleccionador.

Bulgaria remontó y echó a la campeona del mundo, lo que le permitió llegar a la semifinal. Había pasado de ser la revelación a una aspirante al título. La Italia de Roberto Baggio y una decisión arbitral controvertida se topó en el camino de los balcánicos. "Ese ladrón nos robó el sueño de jugar una final de la Copa del Mundo", insiste Stoichkov en 'Panenka'. "Fue penalti al 100% y pudo haber cambiado el partido, pero ¿qué vas a hacer 25 años después?", añade Genchev.

El 'culpable' de tal afrenta para el fútbol búlgaro, el árbitro Quiniou y de nacionalidad francesa, cerró el círculo que se abrió en el Parque de los Principes, su país, donde Bulgaria inició un sueño que llevó a toda Europa a querer parecerse a aquella selección.