El Mensajero soñó, soñó muy fuerte, y por momentos sintió que su sueño de seguir adelante en la Copa se iba a hacer realidad. Pero el Zaragoza despertó al equipo palmero a diez del final con un baño de realidad.
El partido fue mucho más igualado de lo que sobre el papel pudiera parecer. De hecho, durante gran parte del primer tiempo, e incluso durante algunos instantes del segundo, fue el Mensajero quien llevó la voz cantante.
El Zaragoza, que como buen equipo del fútbol profesional emparejado con clubes de Segunda RFEF en adelante salió a jugar con un buen puñado de suplentes, se vio sorprendido por el empuje de un equipo decidido a darle un alegrón a su afición en estos tiempos tan complicados para la isla canaria.
Los inconvenientes no hicieron mella al atrevido Mensajero. La lesión de Jesús Valentín, mediado el primer tiempo, quedó en anécdota, porque el equipo no se resintió. Seguía teniendo la pelota y el partido se jugaba al ritmo que quería.
Pero había un problema. Toda esa posesión fue inútil. Álvaro Ratón no estuvo exigido en todo el primer tiempo, y en el segundo apenas tuvo que intervenir en contadas ocasiones.
Y eso fue la perdición del Mensajero. Porque no logró someter a su rival en su mejor momento, y conforme JIM empezó a introducir cambios y a meter a la artillería sobre el césped, el campo se empezó a inclinar hacia la meta de Padilla.
El Mensajero, desbordado por el torrente ofensivo que empezó a desplegar el Zaragoza, dio un comprensible paso atrás. Pero meterse en su campo, en su área, tuvo consecuencias. Le tocó defender demasiado tiempo con todo en contra, y acabó por ceder.
Clemente, en el 80', hizo el único gol de la contienda, el que bastó al Zaragoza para pasar de ronda. El Mensajero, aunque lo intentó a la desesperada al final, no consiguió marcar un tanto que le permitiera forzar la prórroga.
Dice adiós el conjunto de La Palma a la Copa del Rey habiendo dado una imagen impecable, y habiéndose ganado el respeto de un Zaragoza que ya espera rival en la siguiente fase.