Fue como un gato jugando con su presa. Como un entretenimiento antes del inevitable final. El Bayern se buscó todas las complicaciones posibles, pero acabó imponiendo su calidad ante un histórico del fútbol alemán que buscaba una empresa imposible en Múnich.
Porque al Heidenheim, de la Segunda División alemana, le tocó visitar el Allianza Arena en un choque de cuartos de final de la DFB Pokal a todas luces desigual.
Las cosas comenzaron según el guion previsto, con el Bayern apabullando y adelantándose prontísimo, con un cabezazo de Goretzka a la salida de un córner cuando apenas se habían cumplido 12 minutos.
Acto seguido, los de Kovac empezaron a ponérselo difícil a sí mismos. Süle entró a un rival que se quedaba solo tras un pase malísimo en el centro del campo y el colegiado, tras verlo en el VAR, le mostró la tarjeta roja.
La falta posterior la estrelló en el larguero Schnatterer, pero ni por esas se puso serio el Bayern. Antes del descanso, el Heidenheim aprovechó la pasividad de los bávaros y dio la vuelta de manera sorprendente al choque gracias a Glatzel y el propio Schnatterer en sendos remates que mostraron la debilidad bajo palos de Ulreich.
Tras el paso por los vestuarios, los de Kovac parecieron entender la importancia del partido. En apenas 13 minutos, sofocaron la rebelión del Heidenheim y pasaron del peligroso 1-2 a un 4-2 que parecía definitivo, con los tantos de Müller, Lewandowski y Gnabry.
Pero, entre revisión y revisión del VAR, los visitantes terminaron por renacer. Un doblete de Glatzel en tres minutos, el segundo de penalti, subió el sorprendente 4-4 al marcador.
Quedaban poco más de diez minutos y el Heidenheim soñaba con un final imposible, que pudo firmar en un contragolpe bien sofocado esta vez por Ulreich.
Con el tiempo casi cumplido, un penalti tan inocente como claro lo convirtió Lewandowski para poner el final lógico a un partido loco e inesperado que se quedó a detalles de entrar en la historia del fútbol europeo.