Unión. Esa es la palabra que ha acompañado al malaguismo desde el 15 de junio de 2019, cuando el Deportivo eliminó al equipo costasoleño del pasado 'play off' de ascenso a Primera. A partir de ahí, una ola de problemas ha arrastrado al club durante muchísimos meses. Pellicer y los suyos, al fin pudieron celebrar buenas noticias con el objetivo de la permanencia asegurado frente al Alcorcón.
La pretemporada fue un aviso de lo que la entidad iba a sufrir a lo largo del año. El fichaje y la posterior convulsa y extraña marcha de Okazaki fue el prólogo de un libro con final feliz en La Rosaleda.
El Málaga arrancó el curso con el lío de las fichas profesionales. El límite salarial le impidió inscribir a algunos futbolistas -Mula, Iván Rodríguez o José Rodríguez- y otros futbolistas importantes como Juanpi, Luis Hernández o Adrián tuvieron que bajarse el sueldo. Todos remaron para llegar a buen rumbo. Pese a ello, el equipo solo pudo inscribir a 17 integrantes a su plantilla.
Desde entonces, los más jóvenes tomaron más y más protagonismo, teniendo siempre en cuenta una posible alineación indebida en cada partido. Fue primero la difícil tarea de Víctor Sánchez del Amo, uno de los hombres que más injusticias ha vivido esta temporada. Su salida, tras un episodio en las redes que se puso en manos de la Justicia, llenó de más kilos la mochila del Málaga.
En ese momento, el club encontró a su mejor aliado, Sergio Pellicer. El técnico, de la casa, no puso excusas y arrimó el hombro para sacar el curso adelante. Sus cuatro triunfos seguidos en el mes de febrero elevaron la moral de la plantilla. Pero, como siempre, una de cal y otra de arena. Entretanto, el club fue intervenido judicialmente, Al Thani fue relegado del organigrama y un administrador, José María Muñoz Jiménez, lideró el timón.
El parón por el coronavirus afectó más si cabe al Málaga, con una plantilla muy corta por el límite de fichas profesionales. De nuevo, Pellicer debía hacer magia para dar descanso a todos en un calendario tan apretado sin caer en alineación indebida.
Encontró la fórmula y sacó fuego de donde había ceniza. Un Tete Morente que no contaba para el Lugo se convirtió en indispensable, un Juanpi Añor casi olvidado fue el héroe de la permanencia y Munir, que tanto recordará el aciago día ante el Dépor, tiene a un paso el Trofeo Zamora de la categoría.
No ha sido un buen año para el Málaga, pero sí que ha sido una temporada para madurar y crecer como club. La Rosaleda, vacía por las medidas sanitarias, ya espera un nuevo horizonte pueda reflotar las mejores noches de la afición blanquiazul.