Todo comenzó hace cuatro años, pero no acabó como él esperaba. La aventura de Douglas en Europa ha sido tormentosa, ya que el lateral, que llegó procedente de Sao Paulo en verano de 2014, no logró hacerse un hueco en el equipo catalán.
Sus dos primeras temporadas, las únicas en las que se quedó en el Camp Nou, fueron, a nivel colectivo, muy buenas, a la vez que un desastre a nivel individual. En el primer año, el del triplete con Luis Enrique, disputó cinco partidos y en el segundo tan sólo se vistió de corto en tres ocasiones.
Su presencia en el equipo fue muy discutida por parte de la afición, que no le llegó a considerar nunca como un jugador con nivel para formar parte del primer equipo. Incluso en sus partidos disputados con el Barcelona se llegaron a ver bromas sobre él por parte de hinchas 'culés'.
Al no aclimatarse en sus dos primeros cursos, la directiva azulgrana, siguiendo la opinión del cuerpo técnico, decidió cederle al Sporting de Gijón. Allí sí que tuvo protagonismo (23 partidos y tres goles), pero el descenso del club asturiano le acabó condenando y regresó a Barcelona.
La idea de contar con él para la temporada 17-18 no fue valorada en la Ciudad Condal, por lo que prepararon una nueva cesión, esta vez al extranjero. El Benfica fue el equipo que se atrevió a darle cobijo, pero el experimento de la Liga Portuguesa tampoco dejó buenos frutos, cerrando su temporada con tan sólo 11 partidos disputados.
Tras la última cesión llegó un regreso trascendental a Barcelona. Este verano se antojaba importantísimo para su futuro, ya que Douglas cumplirá contrato en poco menos de un año (30 de junio de 2019). El brasileño, finalmente, encontró en Turquía a un club interesado por él, el Sivasspor, y ya ha firmado por un año en calidad de cedido.
A partir de ahora se presenta un futuro bastante diferente para el futbolista. Desde el próximo mes de enero podrá negociar de manera legal con cualquier equipo y cuando termine la temporada se convertirá en agente libre. Sus cuatro años en la sombra terminaron.