La tercera jornada de LaLiga Santander arrancó con este Alavés-Getafe, un duelo que se preveía igualado, y que efectivamente lo fue. Cada uno con sus armas, Machín y Bordalás nos brindaron un partido vibrante, pese a la falta de goles.
Nadie pudo llevarse la victoria de Mendizorroza. Alavés y Getafe no han podido brindarnos un partido más igualado, por momentos enloquecido.
Porque cada uno jugó con sus armas. El Alavés de Machín, con un fútbol sencillo y sin complicaciones, basando su juego en la presión asfixiante y los balones largos para sus dos puntas, Deyverson y Joselu.
El Getafe intentó jugar así, pero por banda, sobre todo por la de Cucurella, pero pronto entendió Bordalás que si los dos actuaban del mismo modo, él tenía más que perder de lo que podía ganar. Y cambió el guión.
Pidió pronto a los suyos más cabeza y movimiento del balón. Madurar las jugadas de peligro y no precipitarse. Eso igualó la balanza, tras tres ocasiones casi seguidas del conjunto babazorro.
Deyverson estuvo muy activo hasta que se le acabó la pila, cosa normal por otro lado, pues no descansó en los 80 minutos que jugó. Fue un tormento para la zaga rival, a la que puso en apuros una y otra vez.
Lamentará profundamente no haber estado más avispado en la vaselina que mandó por encima del larguero, creyéndose en fuera de juego, a los 12 minutos de juego. El Getafe sudó la gota gorda en esos compases.
Alcanzada la media hora de juego el partido empezó a pivotar hacia el Getafe. El gol anulado al Cucho, por fuera de juego, en el 28', espoleó a los de Bordalás, que dispuso de otras dos ocasiones antes del descanso.
Pero sin duda, la más clara de esos minutos fue para el Alavés, en el 42', una jugada enmarañada que dio alas a los de Machín. Deyverson se inventó un pase genial para Luis Rioja, este puso el balón al área y ahí entró en juego el caos.
Édgar trató de rematar, Olivera de despejar, el balón pegó en ambos, rebotó al pie de apoyo de Joselu y de nuevo en la cabeza de un Olivera que ya no sabía qué le estaba golpeando, si el balón, un rival o la vida.
Se salvó el Getafe cuando tenía al Alavés pidiendo la hora, y eso provocó que al segundo tiempo su rival saltase con ánimo renovado, y el encuentro se volvió a igualar.
La dinámica fue la misma, con ocasiones para uno, luego para el otro, y así hasta el pitido final. Se sazonó este segundo tiempo con alguna que otra falta más, y con las amarillas de rigor, esas que no se muestran en la priemra parte pero que son de obligado castigo en la segunda.
Machín y Bordalás refrescaron a sus delanteros y a su centro del campo, que era de tránsito más que de creación, permitiendo que el partido estuviera vivo hasta el final. Un final que llegó antes de que nadie pudiera deshacer la igualada.