Faltan calificativos para definir el triunfo del Alavés sobre el Madrid. Porque lo que vivió Mendizorroza fue una victoria de su equipo, no asistió a una extemporánea derrota del Madrid. No ganó el Alavés por cazar un balón y dedicarse a defender. La victoria se explica desde la pizarra, desde el certeza, la determinación y, sobre todo, el fútbol.
Porque Abelardo y sus soldados derrocharon planteamiento y juego frente a un Madrid al trantrán. No fue lo de Moscú, no hubo palos redentores, ni largas combinaciones de pases, ni posesiones kilométricas, ni siquiera paradas del rival. Ganó el Alavés porque fue simple y llanamente mejor que un Madrid preocupante.
Preocupante porque ha entrado en una crisis de fe. Cuando de repente hay 50 goles menos en la bolsa, hay que encontrar soluciones por otras vías. Esas vías se llaman balón, paciencia, movimiento constante. El primer palo en la rueda del Madrid, llámese desacierto, falta de pegada, lesiones o baja forma, ha desmontado la obra de Lopetegui. Cuando no ha llegado el juego, no apareció el gol con el cogote, la rodilla o cualquier otra parte del cuerpo que aseguraba Cristiano. Y cuando no aparece lo más importante, si la tranquilidad se acaba, entran las prisas, las precipitaciones, se cometen errores, se padecen ansias... y llegan las derrotas.
Impresionante Alavés
El Madrid necesita gol para desarrollar su idea. Tiene carencia de lo primero y eso genera dudas de lo segundo. Por si fuera poco, se encontró con un equipo colosal llamado Alavés. Sobresalió Jony, un puñal del que salieron las mejores ocasiones y el balón que acabó en gol de Manu García.
Modric, Kroos y compañía echaron el lazo al balón en los primeros compases. Minuto 20, 79% de posesión. Odriozola ofrecía alternativas por la derecha, pero ni Bale ni Benzema infundieron respeto en el área. Ahí Laguardia se hizo un gigante. La primera ocasión la puso el Alavés, obligando a Varane al despeje acrobático por un pase venenoso de Calleri a Ibai.
El Madrid la movió con sentido, pero poco a poco fue perdiendo la paciencia al tiempo que el Alavés mordía en cada lance. La presión del conjunto 'babazorro' llegaba incluso a Courtois, que estuvo cerca de hacerse más de un nudo en los pies. Otra nueva prueba de la fe de este Alavés.
Mariano fue insuficiente
Lopetegui buscó soluciones rápido y tras el descanso Mariano ya había dejado a Benzema en el banquillo. El dominicano puso en algún aprieto a los centrales, pero no tuvo el tino de otras noches. Sin la compañía de Bale, de versión menor y lesionado, sólo Odriozola parecía comparecer en ataque.
Cada recuperación del Alavés fue una tortura para un Madrid que no abandonó su defensa adelantada. En una de esas Jony encontró pista por la izquierda. Tuvo un mano a mano, luego un tiro que se fue alto... y a la tercera llegó el gol. Fue el reverso negativo de Odriozola, que descuidó su espalda más de lo deseable ante la necesidad ofensiva blanca.
Jony forzó el córner en el 94' y lo lanzó él mismo al segundo palo, donde esperaba Sobrino, quien cabeceó previamente para que el corazón, el escudo y el capitán de este Alavés, Manu García, remachara a gol. Desenlace soñado en Mendizorroza. El Alavés fue Gulliver, el Madrid necesita dar cuanto antes el estirón.