City 'til I die (City hasta morir)
I'm City 'til I die (Soy del City hasta morir)
I know I am (Sé que soy)
I'm sure I am (Estoy seguro de que soy)
I'm City 'til I die (Del City hasta morir)
And it's Hull City (Y es el Hull City)
Hull City AFC (El Hull City AFC)
We're by far the greatest team (Somos, de lejos, el mejor equipo)
The world has ever seen (Que el mundo ha visto jamás)
In the town where I was born (En la ciudad en que nací)
There's a football team called Hull City -Hull City!- (Hay un equipo llamado Hull City -¡Hull City!-)
And we make the pilgrimage (Y hacemos peregrinaje)
Every Saturday to Boothferry -one, two, three!- (Cada sábado a Boothferry -¡un, dos, tres!-)
We all follow a black and amber team (Todos seguimos a un equipo negro y ámbar)
A black and amber team (Un equipo negro y ámbar)
A black and amber team (Un equipo negro y ámbar)
We love you City, we do (Te queremos City, te queremos)
We love you City, we do (Te queremos City, te queremos)
We love you City, we do (Te queremos City, te queremos)
Oh City we love you (Oh, City, te queremos)
Jingle bells, jingle bells, jingle all the way (Cascabeles, cascabeles, cascabeles por todas partes)*
Oh, what fun it is to see Hull City win away (Oh, qué divertido es ver ganar al Hull City fuera de casa)*
*Esta es una versión del villancico 'jingle bells', que, en origen, dice "oh, what fun it is to ride in a one-horse open sleigh" ("oh, qué divertido es montar en un trineo de un solo caballo")
Give us a (Dame una)
C -C-
I -I-
T -T-
Y... -Y...-
And what have you got?! (¿¡Y qué te queda?!)
City, the tigers! (¡City, los 'tigres'!)
Por si al lector no le ha quedado claro, se reseñará aquí: sí, para los aficionados del Hull City, la palabra "City" es importante. Forma parte del nombre de su equipo y, aunque también esté presente en muchos otros, es su identidad. Lo atestigua el reguero de cánticos en que se juega con el término para hacer rimas, para dividirlo en cada una de sus letras o para entonar bien las reversiones de temas que el fútbol ha llevado de los discos a las gradas o incluso de villancicos ahora que se acerca la Navidad.
Por eso es curioso que, en 2013, el mismísimo dueño no se diera cuenta de que atentar contra una seña tan asentada en el subsconsciente colectivo de sus hinchas iba a ser una misión imposible. Assem Allam, un magnate egipcio, compró el club en 2010 y, tres años más tarde, empezó a mover la idea de abandonar el "City" del membrete del conjunto para llamarlo "Hull Tigers" en su lugar. Fracasó estrepitosamente.
Ya desde el momento en el que dio a conocer la idea en los medios de comunicación, la parroquia negra y ámbar se movilizó para evitarlo. Gritos, pancartas, mensajes en las redes sociales y en el estadio... La masa social se posicionó sideralmente en contra de una modificación que el presidente no entendía que levantara tantas ampollas cuando, al fin y al cabo, era adaptarlo a los preceptos más modernos del 'branding'.
En efecto, hay muchas otras entidades deportivas que siguen esta fórmula. La NFL -la Liga de Fútbol Americano- es el mayor ejemplo. No existe franquicia que no vaya acompañada de un animal o un apodo atractivo y, en muchas ocasiones, este coincide fonéticamente con la ciudad que es sede del plantel en cuestión. Los Seattle Seahawks, los Buffalo Bills, los New York Jets, los Kansas City Chiefs, los Jacksonville Jaguars... -su gerente es el mismo que el del Fulham, por cierto-. El objetivo está claro: 'marketing'.
¿Cuál es el problema entonces? ¿Por qué lo que funciona en Norteamérica no lo hace en Europa? Porque la idiosincrasia es totalmente distinta. Véase un ejemplo que versa más sobre lo deportivo que sobre la imagen. En Estados Unidos, se alude a un sistema de 'drafts' para muchas competiciones de élite. Las nuevas generaciones de talentos se forman en las universidades, que gozan de una dimensión muy diferente a las del otro lado del 'Charco'. No son solo facultades, son un pulmón importantísimo de las sociedades en que se construyen.
En Florida, el Pantano -o Estadio Ben Hill Griffin-, hogar de los Gators, es el estadio de un equipo de fútbol americano universitario. Tiene capacidad para 88.548 personas y se llena hasta los topes en los partidos más importantes de la temporada. Sí, es un recinto con más aforo que el Santiago Bernabéu y que, acogiendo encuentros que no son de élite, cuelga el cartel de 'sold out' varias veces a lo largo del año.
En Europa, las futuras estrellas no se forjan con cerca de 100.000 pares de ojos mirándolas. Se forman en ciudades deportivas apartadas, centradas más en lo práctico que en lo espectacular -aunque algunas sean increíbles, con piscinas, gimnasios multifunción, salas de estudio...-, así que quienes dan el paso a Primera División lo hacen a través de una convocatoria del entrenador del primer equipo, no de una rueda de prensa en la televisión nacional en la que el juvenil más destacado de la campaña anterior elige entre varias franquicias.
Se trata de una operativa más ligada al territorio que al deporte. La MLS está integrando este sistema de 'drafts' y le funciona a la perfección. El público está acostumbrado a ello, lo entiende, le resulta atractivo y puede verse inmiscuido al instante. Además, las universidades cuentan con las infraestructuras necesarias para desarrollar a los jóvenes. En el Viejo Continente, el camino hacia la profesionalidad es diferente. ¿Mejor? No: diferente.
La permanencia de algunos equipos de fútbol durante más de 100 años en sus competiciones nacionales responde a ser miembros fundadores de las mismas, a una reunión de estudiantes en un banco en la calle -así nació la Juventus- o a unos herreros que se organizan a las afueras del río Támesis para echar un rato dándole patadas a la pelota -así se sembró la semilla del West Ham United-. No se 'crean' franquicias: nacen clubes.
De ahí que los signos de identidad con los que cada afición se siente cómoda sean tan importantes para las bufandas. Después de que la Federación de Fútbol Inglesa rechazara la propuesta de cambio de nombre de Assem Allam, una resolución que se celebró en las gradas y se lamentó en los despachos. el dirigente no se lo explicaba. "Es 'marketing' básico. No puedes estar en la Premier y llamarte Hull City o Hull County. Conforme más corto sea el nombre, mejor se vende: mira a 'Sky' o 'Apple", se quejaba.
"Quitamos 'City', que es irrelevante para el fútbol. El tigre es un buen animal, precioso, conocido por todo el mundo. Habría sido ideal, pero no pude hacerlo -el cambio de nombre-", argumentaba el exjefe, ya fallecido -murió en 2022, unos meses después de que Acun Ilicali comprara el club-. Se sabía de sobra la lección de los libros, pero no la de las almas. El "City" de Hull City está en otros sitios y, aun así, es único para sus aficionados porque hay muchos Citys, pero este es el suyo.
December 18, 2023