Se queda con un sabor agrio el Valencia, que pecó de conservadurismo en un partido en el que apenas encimó al Lille. Sonríe el cuadro galo, que mantiene un hilo de esperanzas para seguir vivo en Europa.
El monólogo del Lille en el partido pasó factura a Kondogbia. El centrocampista francés naufragó en la primera mitad, con pérdidas absurdas que le hicieron quedarse en vestuarios tras el descanso.
No encontró el Lille a Osimhen, el que había sido su mejor jugador este inicio de temporada. Desaparecido el delantero, apareció en su lugar Yazici, que por la derecha percutió una y otra vez por la banda defendida por Jaume Costa.
El Valencia, embotellado, solo pudo atacar a través de alguna contra suelta. No lo hizo durante la primera mitad, pero sí en una segunda parte en la que encontró mayor premio quizás de lo merecido.
Tuvo que bajar Maxi Gómez a bajar un balón, dársela a Gameiro y este a Cheryshev para que el ruso gritase al viento de Lille. El interior, dentro del área, superó a Maignan con un disparo cruzado.
Se embotelló el Valencia en su propia área y comenzaron a aparecer los problemas. Primero con un Gabriel Paulista que se tuvo que marchar unos instantes por problemas físicos. Después, con la auto-expulsión de un Diakhaby que recibió la primera amarilla por perder tiempo y la segunda, dos minutos después, por una falta innecesaria.
Creció ahí el Lille, consciente de que necesitaba poco menos que un milagro para darle la vuelta al partido, pero algo menos para seguir vivo en Europa. La salida de Ikone permitió tener más llegada en segunda línea, pese a quitar a Yazici. Y fue precisamente el francés el que terminó por decidir el encuentro con un zapatazo imparable.
El Valencia se quedó con mala cara en el césped del Pierre-Mauroy, como si le hubiesen quitado el caramelo cuando se lo iba a meter en la boca. Ve cómo la clasificación se le escapa un poco de la mano y deja vivo a un rival directo como el Lille, al que se enfrentará en dos semanas.