El rinoceronte blanco, uno de los cinco animales más fuertes del planeta, está en serio peligro de extinción; los científicos andan intentando salvarlo en los laboratorios. Dentro de su especie, es el más poderoso. A Erling Braut Haaland (Leeds, 2000) le ocurre lo mismo pero a la inversa: es una nueva especie de delantero que parece creado en una probeta para convertirse en el atacante más potente que habrá en el planeta fútbol. Un buen ‘marvelita’ diría que el noruego es el Capitán América, un ser modificado genéticamente para convertirlo en una exhibición de músculo y capacidad.
Pero Haaland no es herbívoro, es un devorador del gol. Con hambre caníbal pese a su imagen de niño bueno de granja. Y con dos dones que definen el valor de mercado: su don de la oportunidad y su eficacia de francotirador. ProFootballDB nos dice que esta temporada, la de su entrada al ‘hall of fame’ sin pasar por la casilla de la salida, ha hecho 40 goles en Salzburgo (28) y Dortmund (12). En solo 2.202 minutos. Para un promedio de 1.63 tantos por cada 90 minutos jugados. Y con una efectividad del 67.67% en sus disparos. Es decir, que marca si juega. Y que si chuta tres veces a puerta, dos acabarán en gol. Una animalada.
Por eso es presente puro y joya del mercado. Pero por ser ya una realidad e internacionalmente conocido no hay que negarle el futuro. Y como se cuida por dentro y por fuera, hablamos del potencial dominador del gol en la década que viene. Sí, aspira a adelantar por la derecha a Mbappé en la carrera por recoger la corona de Messi y Cristiano.
Sus pasmosos promedios casi no dan tiempo a advertir en él sus cualidades en el juego, que no son pocas. Para empezar, hablamos de un tipo que está a solo seis centímetros de los dos metros y, aun así, maneja una zancada descomunal. Su galopada antológica ante el PSG tras un córner es el antídoto contra quien pueda imaginar que es desgarbado o patoso. Potencia, juventud y ganas de comerse el mundo, eso sí que es un triplete en la delantera. Se evidencia también en los duelos individuales, 'cuerpear' con él es casi tarea imposible.
Lo paradójico es que cuando Haaland aprendió a jugar al fútbol en los pabellones de Byrne manejaba una talla pequeña. Dio tarde el estirón, así que tuvo que sobrevivir ante compañeros que le ganaban en cuerpo. De ahí que aprendiera a ser escurridizo antes que a manejar su vigor y que sea capaz de fintar y distraer a los centrales con soltura.
Acostumbrado a jugar solo en punta, así se siente más cómodo, Haaland calcula bien los movimientos en estático y los amagos para aprovechar su altura en los remates de cabeza. Además, tampoco necesita entrar mucho en juego y, cuando lo hace, resuelve a uno o dos toques. Eso sí, si lo ven arrancar conduciendo, cuerpo a tierra, será casi imposible evitar que acabe armando un disparo letal.
En cuanto al manejo de las piernas, podríamos calificarlo de 'ambizurdo'. Porque la izquierda es su pierna natural, pero no purga esa derecha de palo que suelen acusar los zurdos. Huye de arabescos, no es futbolista de juego combativo ni grandes asociaciones, pero es que de sus compañeros solo necesita que le hagan llegar el balón. El gol corre de su cuenta. Convertido en una especie no en extinción, sino en creación.