Italia, el espejo de Rubiales para su Supercopa

Tras organizar las primeras cinco ediciones de la Supercopa en Italia, la Liga de la Serie A empezó a apostar por la exportación de su fútbol en países extranjeros a cambio de importantes contratos económicos, tanto para su organismo como para los clubes involucrados.

El estadio Robert F. Kennedy Memorial de Washington (Estados Unidos) fue el primer teatro de una Supercopa italiana disputada al extranjero, con el Milan, vigente campeón de Italia, que doblegó 1-0 al Torino, campeón de Copa.

El fútbol italiano, en ese período uno de los más potentes de Europa, entregaba por primera vez un trofeo fuera del país transalpino y lo hacía en unos Estados Unidos que, diez meses después, organizarían la Copa del Mundo 1994.

Tras ocho ediciones de la Supercopa de nuevo organizadas en Italia, entre Milán, Turín y Roma, la Liga de la Serie A intensificó sus negociaciones con países extranjeros y nueve de los últimos 17 trofeos se entregaron lejos del país transalpino.

La Supercopa llegó al estadio 11 de junio de Trípoli (Libia) en 2002 y al Giants Stadium de Nueva Jersey (Estados Unidos) en 2003, con la Juventus coronándose campeón en ambas ediciones, al ganar al Parma y al Milan, respectivamente.

Pasaban los años y China iba interesándose cada vez más en el fútbol europeo, hasta hacerse, entre 2009 y 2015, con cuatro ediciones de la Supercopa italiana. Tres se disputaron en el Estadio Nacional de Pekín mientras que una en el estadio de Shangai.

En los últimos años se jugó dos veces en Doha, Catar (2014 y 2017), como forma de promoción para el Mundial de 2022, mientras que la última edición, ganada por la Juventus el pasado enero contra el Milan, fue organizada en Yeda (Arabia Saudí).

Y es que el mercado asiático y del Oriente Medio proporcionó a la Liga Serie A y a los clubes participantes ingresos millonarios; se estima que en Yeda la Serie A ganó cerca de veinte millones de euros y que Juventus y Milan se repartieron unos siete millones de euros.

Unos acuerdos económicos particularmente ventajosos para los organismos y clubes involucrados, pero también fuente de duras críticas por razones éticas, deportivas, sociales y políticas.

En las primeras ediciones de los años 90 y 2000 hubo muchas polémicas por el hecho de que la organización de la Supercopa al extranjero negara a los aficionados la posibilidad de apoyar a su equipo desde el estadio o, cuando menos, les obligara a realizar largos viajes.

Pero al aspecto deportivo, que todavía provoca críticas, se sumaron en las últimas ediciones unas polémicas sociales y políticas por entregar el trofeo en países que tienen gobiernos considerados retrógrados y con leyes que no defienden la paridad de género.

Fue el caso de la última Supercopa, disputada en Yeda, con muchos políticos italianos que lamentaron el hecho de que las mujeres solo pudieran acudir al estadio acompañadas por hombres.

Ante las polémicas generadas, el presidente de la Liga Serie A, Gaetano Micciché, intervino públicamente para defender oficialmente su decisión.

"El sistema fútbol no puede actuar como una autoridad en los temas de política internacional, ni puede tomar decisiones que no respetan el sistema país. Es un fundamental recurso para promover la marca Italia y sus valores", afirmó Micciché antes de que se disputara el Juventus-Milan en Arabia Saudí.

"El fútbol no hace política, pero tiene un rol social, capaz más que nadie de generar unión entre los países", prosiguió.

Pese a no poder despejar las críticas, el hecho de disputar la Supercopa fuera del país de competencia es una tendencia que ya va difundiéndose a nivel global.

Francia lleva años organizándola en tres continentes, en América, África y Asia y el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, anunció este martes un proyecto para que la Supercopa de España se dispute como una 'Final Four' lejos del país.

La idea de Rubiales es elegir una ciudad en la que disputar un pequeño torneo con cuatro equipos, el primero y el segundo clasificado de la Liga y los dos finalistas de Copa, para aumentar el interés mediático y, de paso, los ingresos económicos.