El llamado Mundial de las sorpresas volvió a parir otro partidazo rebosante de épica, emoción y goles. Japón y Bélgica destrozaron cualquier tipo de predicción, especialmente en una segunda parte en la que ambas selecciones abandonaron cualquier tipo de miedo o atadura. El premio se lo llevó Bélgica, a la postre la escuadra con mayor calidad y poderío ofensivo.
Honores para el bloque de Nishino. Confirmaron ser una selección notable por más que estuviera delante una de las teóricas aspirantes. Nada que ver con la Japón que se vio ante Polonia. Entonces le entró el tembleque. Ante Bélgica, frente a los Lukaku, Hazard, De Bruyne, Mertes y compañía, Japón mostró arrojo, determinación y, sobre todo, un plan.
Le faltó lo que le suelen faltar a este tipo de selecciones, poco acostumbradas al éxito en las citas de élite: una pizca de picardía, mala leche, seguramente experiencia. Un córner a favor en el 94 nunca puede convertirse en un gol contrario. Le pasó a Japón, quien se quedó a las puertas de mejorar su paso por una Copa del Mundo.
El plan de Japón inevitablemente pasaba por las botas y la cabeza de Inui, el particular Oliver Atom del equipo nipón dirigido por Nishino. El mediapunta participó en los dos goles de Japón: la jugada del primero la inició él mismo tras robar un balón prácticamente en su área y cederla a Shibasaki, quien detectó la ruptura de Haraguchi, autor del 0-1; el segundo lleva su firma después de un golpeo seco y cruzado ante el que nada pudo hacer Courtois. Qué barato le ha salido al Betis este futbolista, y no ha jugado aún ningún minuto.
Ocurre que el 0-2 activó la versión más directa y destructiva de Belga. Los de Roberto Martínez embaularon el toque y el juego combinativo para dedicarse a matillear a Japón durante la última media hora. Los goles llegaron casi por inercia. Bélgica, con esa pegada y todas sus torres en el campo, fue Godzilla.
Bravísima Japón
La primera parte apenas deparó buenas noticias para Bélgica, quien se contró contra una Japón bien plantada, con Yoshida al mando de las operaciones defensivas. A Lukaku le faltó nervio en algún centro que le llegó, mientras que Carrasco se perdía en absurdas guerras por banda. Inui y Nagatomo percutían por la izquierda a cambio. Ambos le dieron salida al conjunto nipón, que en algunos tramos encontró pausa en las botas de Gaku y Hasebe.
La locura llegó en la segunda mitad. Bélgica, casi sin pestañear, se encontró con dos goles en contra. Los de Roberto Martínez no saltaron al césped del Rostov Arena tras el descanso, lo que Inui aprovechó para hacer de las suyas en las jugadas de los dos goles. Y casi hay un tercero en un balón suelto que no encontró rematador.
La reacción de Bélgica fue arcaica pero efectiva: meter a jugadores rematadores y colgar balones. Por ahí se entiende la presencia de Fellaini, a quien siempre se discute pero que siempre juega. Claro que fue Vertonghen quien se encontró primero con la bisoñez de Kawashima, quien no supo colocarse bajo palos tras una salida francamente mejorable. El cabezazo del defensa, tras varios despejes, se envenó. Fellaini, un instante después, cabeceó en el área chica un perfecto servicio de Hazard.
Chadli sentenció
Japón logró reisentarse tras el empate y Bélgica, afanada también en hacer el tercero, dejó espacios. Hasta el final, hubo correcalles y jugadas de peligro por ambos lados. Alguna más por parte Bélgica, lógico por las virtudes de sus futbolistas, aunque Inui resultaba una tortura en cada salida nipona.
Saltó al terreno de juego el veterano Honda y una falta suya lanzada desde unos 35 metros casi estuvo a punto de sorprender a Courtois. La valentía de Japón acabó en 'harakiri'. El córner posterior fue la decapitación definitiva de Japón: despeje de Courtois, carrera de De Bruyne, pase a Meunier, dejada de Lukaku y gol de Chadli. Pasó Bélgica, quien golpea como 'Mazinger Z'. Cayó Japón, de orgulloso espíritu samurai.