Jorge Molina hizo en el Nuevo Los Cármenes de la 'ley del ex' la más justa del mundo. Esta norma no escrita del fútbol reza que un jugador que se vea las caras con un equipo cuyo escudo ha defendido es altamente propenso a ver puerta. Y así fue, pero fue en un contexto en el que daba la sensación de que la diana debería haber llegado desde hacía rato y que se trocó en 1-1 entre el Granada y el Getafe.
Cuando el '23' apareció, los nazaríes ya estaban tirando más de garra que de cabeza para pelear por las tablas. Los 'azulones' se habían adelantado en la primera mitad merced a una gran jugada a balón parado en la que conectaron Damián Suárez, Cabaco y Ünal para que el '10' abriera la lata con la puntera de la bota.
Este tanto, en un principio, se antojó la simple consecuencia de que un conjunto fuera más efectivo que el otro. El césped era testigo de un envite bastante igualado, repleto de faltas en sus 45 minutos iniciales, en el que los dos cancerberos veían balones pasar por sus áreas, si bien la balanza de las llegadas de peligro pasó de pesar más por el lado de los de Quique Sánchez Flores a hacerlo en el de los de Robert Moreno.
El técnico del Getafe se queda sin su tan ansiada primera victoria. Y lo hace quizá con merecimiento y como castigo. Los suyos, conforme el cronómetro se tragaba minutos, cedían espacios al Granada conscientes de que estaban en feudo hostil y de que las gradas soliviantarían a sus guerreros para que no cejaran en la lucha por el 1-1.
Esta empresa llegó a parecer destinada al fracaso. Ni Luis Suárez, el más insistente en el ataque de los de Robert Moreno, ni la suerte permitieron a los nazaríes culminar su pelea por el empate cuando aún había tiempo incluso para aspirar a la remontada. Un error del delantero y la madera retrasaron el gol .
Suárez, en el minuto 78, gozó de una oportunidad -la oportunidad- de igualar el marcador cuando dispuso de un penalti que cometió Arambarri por mano en el área. La acción fue polémica para varios efectivos visitantes porque entendían que el cuero le iba a dar en el cuerpo de todos modos, pero Cordero Vega señaló el punto fatídico previa revisión en el monitor.
Y el punto fatídico, justamente, le jugó una mala pasada a Suárez, que golpeó el cuero demasiado por debajo y lo mandó a las nubes. La culpa, al parecer, la tuvo el césped. A él mismo se le pasó comprobar correctamente que el tapete estaba en orden para su chut y, en cuanto se percató del resultado de su disparo, lo señaló impotente.
Poco después, un testarazo de Antonio Puertas en plena cascada de balones en la caja contraria se encontró con el palo, con los guantes de Soria, con el larguero y con los guantes de Soria, en ese orden. Ni siquiera la Diosa Fortuna parecía querer dar ese toque extra de acierto que al Granada le estaba faltando siempre.
Pero llegó Jorge Molina. Llegó Jorge Molina, que había entrado desde el banquillo, para rematar de cabeza un córner al primer palo que Timor no defendió bien. Perdió a su par. Y su par puso la testa para redigir el cuero a la meta -con permiso de un guante impotente de Soria-, donde, esta vez sí, se alojó en el fondo de la red. Él no lo celebró, pero Granada entera sí. Fue un punto de justicia.