Soso empate en La Rosaleda. El Málaga y el Mallorca firmaron la paz en un enfrentamiento de la jornada 38 de Segunda División con poco picante tanto por lo acaecido en el campo como por sus consecuencias clasificatorias. Nada cambia en especial tras un choque en el que los bermellones se antojaron ligeramente superiores.
Ligeramente, porque, aunque su calidad quedara cerca de valer por la victoria y garantizara más profundidad, no supuso un gobierno descarado. Juan Soriano sostuvo las tablas en las mejores ocasiones del cuadro de Luis García, que nacieron de las botas de Amath o Lago Junior. Este último llegó a batirle.
Lo hizo antes de la primera media hora de juego al picar de cabeza un gran centro de Sastre. Lo que parecía una evidencia de que, si los isleños apretaban, terminarían por remontar sin excesivos problemas, se convirtió en la antesala de una impotencia que acompañó a ambos contendientes hasta el pitido final.
La diana de Lago era la del empate. Antes, el Málaga se había adelantado merced a una mano tan clara como involuntaria de Brian Oliván que Lombán transformó de penalti a gol del 1-0. Que el encuentro se pusiera de cara para los costasoleños no sirvió para solucionar la falta de pólvora e ideas arriba que acabaría atenazando al equipo.
Las posesiones largas sin profundidad se hicieron rutinarias en lo que el Mallorca sí que hacía algo más daño aunque fuera intermitentemente. De ahí que tuviera que aparecer Juan Soriano en varias ocasiones, como con un paradón a Amath, que le retó hacia el palo largo desde la frontal. Y Juande le hizo de escudero cuando casi le superan en un mano a mano.
Tocó pues repartir unos puntos que no cambian demasiado en la situación de cada equipo en la tabla. Los de Luis García siguen como firmes opositores al ascenso a través de la segunda plaza en lo que los blanquiazules continúan encajados en tierra de nadie, a la espera de cerrar la temporada con alguna alegría más para su afición.