La revolución de Nafti sigue viva. Juanpe la mantuvo viva. Y castigó al Tenerife, que no supo aprovechar su superioridad numérica para dominar del todo su duelo en el Heliodoro. Este fue bastante más abierto de lo que le habría gustado al técnico y lo pagó caro: hubo reparto de puntos.
Ya se veía que no era el día de los suyos en lo que tardó el primer gol en llegar. Nada más quedarse con uno menos, el cuadro visitante aceptó que tenía que dar un paso atrás, se cubrió bien y desesperó a sus rivales. Estos rondaban el área rival sin demasiado peligro hasta que Fran Sol aprovechó la poca intensidad de Marcelo Djaló ante un balón que llegaba botando hacia él para quitárselo con la cabeza y fusilar de volea a Cantero.
Aparte de insistir arriba, los canarios también supieron jugar sus cartas defensivamente. José Luis Rodríguez era de los más desequilibrantes y quienes le cubrían no tenían problema en hacer falta cuando era necesario para cortarle el ritmo. Carrillo no encontraba espacios, igual que Cristian Herrera, y el peso del ataque albirrojo caía en el físico de El Hacen y Rodríguez, en las contras y en el balón parado.
No por ello el Lugo era inefectivo. Insistió, sobre todo en la segunda mitad, y creó una atmósfera de más igualdad que otra cosa aunque las mejores ocasiones fueran del Tenerife -Cantero salvó un mano a mano clave con Moore, por ejemplo-. Poco faltó para que Marcelo Djaló rematara en boca de gol una prolongación de Venancio o para que alguien rematara un pase raso de José Luis Rodríguez que era medio tanto.
El resto de las intentonas las resolvían bien Bruno Wilson, a quien su entrenador retiró por Alberto porque tenía amarilla -respondió bien el '5'- y Sipcic. Pero el más acertado de la zaga era Álex Muñoz, que convirtió su banda, sirviéndose de sus internadas para poner centros y de la ayuda de Nono, que desbordaba, en una pesadilla para Campabadal. El '22', eso sí, peleó duro por defender su terreno.
Tanta alternancia y tanta igualdad aunque los gallegos estuvieran con uno menos fue un error fatal de los chicharreros. Juanpe, en la última jugada del partido, aprovechó un balón suelto en el área para marcar un golazo que tocó el larguero y que mantuvo viva la revolución de Nafti.