El 11 de marzo de 2004 se vivió el mayor atentado de la historia de España. En plena hora punta en Atocha, las bombas se sucedieron en cuatro trenes en la red de Cercanías de Madrid. Entre las 07.36 y las 07.40 de la mañana, se sucedieron hasta diez explosiones. Una tragedia: 192 fallecidos y más de 2.000 personas resultaron heridas. Un trauma que aún reside y castiga a los que vivieron de cerca aquel día en la capital. Entre ellos, un Policía Local que, hasta ahora, no había contado públicamente lo que vivió aquel día: Julián Calero. El ahora entrenador del Cartagena patrullaba por Madrid cuando le llegó un escalofriante mensaje a su radio: "Atención a todas las unidades: acaba de producirse una explosión en la estación de Atocha".
En la biografía personal y futbolística que escribe sobre él Rodrigo Pérez (y que saldrá en este 2024) y también en la entrevista con 'Marca' cuenta cómo fue ese día. Un secreto, por el imborrable recuerdo que le causaron esos días, que se ha guardado hasta ahora: "Lo que viví cambió mi vida y siempre lo llevo conmigo". Aquel 11 de marzo, Julián Calero tenía 33 años y patrullaba junto a Julio, su binomio. Decidieron ir a desayunar por la zona del Retiro, pero antes de entrar al bar llegó el mensaje de radio.
"Nos miramos, subimos enseguida a la moto y fuimos para Atocha. Estábamos muy cerca de la estación, pero según enfilamos la calle ya veíamos las columnas de humo. Tardamos menos de dos minutos en llegar. Nos metimos en la estación. Las personas iban de un lado hacia otro, desorientadas. Con el rostro negro por las cenizas, el humo. Muchos estaban ensangrentados, parecían verdaderos zombis. Nos estábamos metiendo en la zona del horror y éramos conscientes de ello", cuenta Calero, todavía conmocionado al recordar lo que vivió aquel día.
Cada vez más cerca del punto más crítico, Calero recuerda lo que vivió al ver de cerca lo que había ocurrido: "Ese pasillo, esas escaleras. Ese olor de Atocha morirá conmigo en mi memoria. Demasiadas personas sin vida, muchas mutiladas. Sangre, humo... el grito de un Tedax (intervención de artefactos explosivos) diciendo 'corred, que hay otra bomba, corred'. Justo estábamos ayudando a salir del tren a una mujer embarazada. Salió con vida, pero a los pocos días me dijeron que, al final, no sobrevivió".
Calero, entre el 'shock' por lo sucedido y la angustia por intentar ayudar de forma desesperada, se dejó a un lado a sí mismo. También a sus familiares: "Me olvidé de ellos, de todo. Te metes en una masacre y no quieres salir de ella. Solo esperas ayudar y ayudar a todo el mundo. En casa lo estaban pasando mal, aunque se tranquilizaron un poco cuando mi mujer habló con un compañero y le dijo que había fichado y que me había visto. Pero claro, yo tomaba todas las mañanas el tren a Parla e iba hasta Atocha". Nunca se perdonará el no haber mandado un mensaje a casa para contar que él estaba bien. Vivo.
Una tragedia que no por no contarla se olvida. Y el propio Calero lo reconoce: "Ya nunca volvió a ser nada igual. Ni los viajes, ni el trabajo ni la vida. Sigues ahí, pero siempre hay una losa: la del 11-M".