El resultado fue justo, pero no por ello satisfactorio. Porque el Valladolid, tras el gol de Hervías, creyó que la victoria era más que posible. Porque Osasuna hizo méritos de sobra para volver a Pamplona con su segundo triunfo del curso.
Pero no. Fue un empate. Un empate tras 90 minutos de lucha sin cuartel entre dos equipos cuyo objetivo es la permanencia. Comenzó el Valladolid mandando, con una ocasión de claro peligro de Ünal que se fue por poco por encima del larguero.
Pero fue un espejismo. Osasuna se puso manos a la obra y metió el miedo en el cuerpo al Valladolid con dos tiros al palo casi consecutivos.
El Pucela reaccionó tras el susto, y liderado por un Waldo que parece incombustible, respondió a su rival con varias llegadas de peligro. Pero poco a poco Osasuna se hizo con el mando de forma incontestable.
Tras el descanso, el Valladolid merodeó el gol de nuevo. Generaba mucho peligro el cuadro blanquivioleta a balón parado, y fue así como encontró el premio del gol.
Fue obra de Pablo Hervías. El ex del Eibar, recién salido de su larga lesión, reapareció ante Osasuna. Sufrió una falta en el primer balón que tocó y no lo dudó, la botaría él mismo.
Y así fue. Zapatazo directo al fondo de las redes de un Rubén que se vio sorprendido por un disparo que no pensaba que su rival le fuese a pegar a puerta.
Osasuna encajó el golpe y, sin tiempo para lamentarse por las ocasiones desperdiciadas, asumió de nuevo la iniciativa y apretó al Valladolid. Finalmente el Chimy Ávila, el mejor de los suyos en Zorrilla, acabó por hacer mella en la zaga vallisoletana.
De sus botas salió el pase de la muerte que Rober Ibáñez remató a placer sobre la línea de gol. Un tanto que hizo justicia a un Osasuna que hizo méritos de sobra para volver a casa con al menos un punto.
Un punto que sabe amargo al Valladolid, que se vio ganador durante un tiempo, pero que acabó dando las gracias por la falta de puntería de un Osasuna que, de no ser por Masip, hubiera acabado llevándose el triunfo de Zorrilla en la recta final.