El Inter se dejó dos puntos en casa. Puede que diez partidos como este hubiera ganado nueve. O puede que sus errores volvieran a aparecer para costarle muy caro. Lo cierto es que el despertador sonó tarde y ya no hubo opción de deshacer el entuerto.
Quién lo habría dicho a los 23 minutos, cuando Candreva jugó al 'pin-ball' tras un córner. Agarró un buen disparo, pero tocó lo suficiente en Dermaku para despistar al meta.
El Parma se mostró demoledor en ataque en la primera mitad, claro que la defensa del Inter también tuvo que ver en ello. Con la cuña de su propia madera llegó el empate. Yann Karamoh, cedido por el Inter en su rival, aprovechó una mala salida de balón para conectar un buen disparo que sorprendió a Handanovic para la igualada.
Solo cuatro minutos después, la gran puñalada. De nuevo Karamoh hizo sangre entrando por la banda derecha; tras ingresar en el área, vio por el retrovisor a Gervinho, quien definió por el primer palo.
Con el choque ya perdido, el Inter empezó a jugar como si ya fueran los últimos cinco minutos. Apretó y apretó, pero no pudo llegar al descanso en igualdad. Lautaro Martínez, tras centro de Candreva, tuvo la ocasión más clara.
El panorama de la segunda mitad invitaba en todo momento a pensar en que habría más goles. Y así ocurrió, aunque solo uno, un triste bagaje a tenor de las múltiples ocasiones que desperdició el equipo local.
Lukaku, en un tanto que tardó varios minutos en subir al marcador por lo ajustado de su posición en el momento del pase, puso el 2-2 con 40 minutos por delante.
Un mundo, aunque el Parma supo sobrevivir en él. Más bien por la falta de puntería local. Candreva, Lukaku y el nuevo niño maravilla, Esposito, que había entrado por un fatigado Lautaro, tuvieron la oportunidad de haber llevado la locura en la grada, pero ni siquiera los siete minutos de añadido alumbraron la puntería.